CAPÍTULO
II
La
humildad podría definirse así: es una virtud que incita al hombre a
menospreciarse ante la clara luz de su propio conocimiento. Esta
definición es muy adecuada para quienes se han decidido a progresar
en el fondo del corazón. Avanzan de vrtud en virtud, de grado en
grado, hasta llegar a la cima de la humildad. Allí, en actitud
contemplativa, como en Sión, se embelesan en la verdad; porque se
dice que el legislador dará su bendición. El que promulgó la ley,
dará también la bendición; el que ha exigido la humildad, llevará
a la verdad.
¿Quién
es este legislador? Es el Señor amable y recto que ha promulgado su
ley para los que pierden el camino. Se descaminan todos los que
abandonan la verdad. Y ¿van a quedar desamparados por un Señor tan
amable? No. Precisamente es a éstos a los que el Señor, amable y
recto, ofrece como ley el camino de la humildad. De esta forma podrán
volver al conocimiento de la verdad. Les brinda la ocasión de
reconquistar al salvación, porque es amable. Pero, ¡Atención!, sin
menoscabar la disciplina de la ley, porque es recto. Es amable,
porque no se resigna a que se pierdan; es recto, porque no se le pasa
el castigo merecido.
Bonitos escritos
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