Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 27 de mayo de 2012

CAPÍTULO XXII: SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y DE ORGULLO

Capítulo  22


     Pablo confiesa que había sido arrebatado hasta el tercer cielo; ¿piensas que no había superado estos grados? Pero ¿por qué dice arrebatado y no más bien llevado? Para que yo, que soy menos que Pablo, cuando me diga tan gran apóstol que fue arrebatado a donde ni el sabio supo, ni el que fue así levantado pudo llegar, no presuma pensando que con mis fuerzas o mi tesón pueda lograr esa meta. Así no confiaré en mi virtud ni me agotaré en esfuerzos vanos. El que es enseñado o guiado, por el mero hecho de seguir al que le enseña o le guía, se ve obligado a trabajar y a poner algo de su parte para ser llevado hasta el lugar de su destino. Entonces podrá decir: No soy yo, sino el favor de Dios.


     Sin embargo, el que es arrebatado se porta como una persona ignorante, y no se apoya en sus fuerzas, sino en las de otro. No puede gloriarse de sí mismo en nada absolutamente, pues lo que se ha realizado en él no ha sido hecho por él ni cooperando con otro. El Apóstol pudo subir al primer cielo o al segundo, guiado y llevado de la mano. Pero para llegar al tercer cielo tuvo que ser arrebatado. Está escrito que el Hijo bajó para ayudar a los que habían de subir al primer cielo. Que el Espíritu Santo fue enviado para llevarnos  hasta el segundo. Sin embargo, en ninguna parte se dice que el Padre, aunque siempre obra con el Hijo y el Espíritu Santo, haya bajado del cielo o fuese enviado a la tierra.


     Es verdad que leo lo siguiente: La misericordia del Señor llena la tierra. Y también : Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria, y muchas otras cosas por el estilo. Con relación al Hijo leo también: Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo. Y el mismo Hijo dice de sí: El Espíritu del Señor me ha enviado. Y se expresa por el mismo profeta: Y ahora me han enviado el Señor y su Espíritu. Acerca del Espíritu Santo leo: El Espíritu Santo consolador, que enviará mi Padre en mi nombre; y también : Cuando me vaya, os lo enviaré, que sin duda se refiere al Espíritu Santo. En cambio, en ninguna parte leo que el Padre, aun cuando esté en todas partes, se halle personalmente en otro lugar que no sea el cielo. Así lo dice el Evangelio: Y mi Padre, que está en el cielo; y en la oración: Padre nuestro, que estás en los cielos.

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