Y ¿cómo yo, miserable, presumo atravesar los dos cielos superiores y decir palabras vanas que ni yo mismo entiendo? Todavía voy arrastrándome por el más inferior de los tres. Para subir a este cielo inferior he levantado una escalera con la ayuda de Dios, que allí me llama. Ese es el camino que me lleva a la salvación eterna. Levanto los ojos hacia el Señor, que está en lo más alto. Exulto al oír la voz de la Verdad. El me ha llamado, y yo le he respondido: Extiendes tu mano derecha hacia la obra de tus manos.
Tú, Señor, cuentas mis pasos. Yo subo lentamente; camino jadeante; busco otro sendero. ¡Desgraciado de mí si me sorprenden las tinieblas, si mi huida es en invierno o en sábado! Ahora es el tiempo favorable y el día de la salvación, y evito caminar hacia la luz. ¿Por qué me retraso? Ruega por mí, hijo, hermano, amigo mío, y suplica al Todopoderoso, para que afiance el pie indolente y no me alcancen los pasos de la soberbia. Si el paso indolente no es apto para subir a la verdad, es, con todo, más soportable que el paso de la soberbia, como está escrito: Derribados, no se pueden levantar.
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