Capítulo 23
De todo esto deduzco que, si el Padre no descendió, el Apóstol no pudo subir al tercer cielo para verlo; por eso recordó que había sido arrebatado. Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo. Y no pienses que habla del primer o del segundo cielo, ya que te dice David : Su salida es desde lo más alto del cielo. A este mismo lugar volvió Cristo, pero no fue arrebatado súbitamente ni trasladado a escondidas; lo vieron subir los apóstoles. No fue el caso de Elías, quien no tuvo más que un testigo; ni el de Pablo, que no tuvo ninguno; pues apenas él mismo pudo ser testigo o Juez, ya que dice: yo no lo sé; Dios lo sabe. Cristo, como todopoderoso que era, bajó cuando quiso, subió cuando le plugo tuvo a bien esperar a que hubiese testigos y espectadores; eligió un lugar, un tiempo, un día y una hora concretos : le vieron subir aquellos a los que quiso honrar con ese espectáculo.
Pablo y Elías fueron arrebatados; Enoc fue trasladado. De nuestro Redentor se dice que subió, es decir, que ascendió sin ayuda alguna. Sin ayuda de carros o de ángeles. Una nube lo ocultó a sus ojos. ¿Qué sentido tiene la nube? ¿Estaba cansado y necesitaba su ayuda? ¿Tal vez se sentía apático y la nube lo empujó? ¿Acaso se caía y la nube le sirvió de apoyo? Nada de eso. Lo que ocurrió fue que la nube lo ocultó a los ojos carnales de sus discípulos. Hasta entonces habían conocido a Cristo según la carne; en adelante, no deberán conocerle de esa forma. Por tanto, a los que el Hijo llama por la humildad al primer cielo, el Espíritu los reúne en el segundo por la caridad; y el Padre los exalta al tercer cielo por la contemplación.
Primero se humillan en la verdad, y dicen: me humillaste en tu verdad. Después se alegran de la verdad, y cantan: ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos; pues de la caridad se ha escrito: simpatiza con la verdad. En tercer lugar son arrebatados hasta los arcanos de la verdad, y dicen: Mi secreto para mí, mi secreto para mí.
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