Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

sábado, 18 de enero de 2014

CARTA SÉPTIMA DE SAN BERNARDO


A Adán Monge, arriba nombrado, en la cual le amonesta el santo, que muerto el abad se vuelva; y que no le debió obedecer


Si permanecieras en Caridad, en la cual antiguamente conocimos, o por lo menos lo pensábamos verdaderamente de la caridad, sintieras los daños que son escándalos para los pequeñuelos. Porque ni la caridad a la caridad ofendiera, y cuando sintiera la ofensa la despreciara; no pudiéndose negar a sí propia, a las cosas divididas las une, y a las que están juntas dividirlas no sabe. 
De aquí es, como dejo dicho, que si la caridad hubiera quedado en ti, no callara, no se estuviera quieta, no disimulara; antes bien lanzando gemidos dentro de tu pecho piadoso te dijera murmurando: Quien es escandalizado, y yo no me abrazo y quemo? Porque la caridad es benigna, ama la paz y se alegra con la unión. Ella sola es la que la alegra con la unión. Ella sola es la que la unión engendra, la que junta, la consolida y conserva: y allí conocemos conservarle la unión, donde notamos ayer el vínculo de la paz. Enojada y airada contra nosotros está tan venerable Madre de la unión, y paz, de qué manera podéis presumir que cualquier sacrificio vuestro puede ser acepto a Dios; como sin ella, según el Apóstol, aún el martirio no le puede ser acepto? O con qué razón tenéis confianza de que no la tenéis contra vosotros airada, como ofendida, si obrando tan inhumanamente no habéis perdonado ni perdonáis las prendas tan inestimables de la caridad, contando la visión y rompiendo la paz.
 Mira y atiende, como de toda la hermandad la unión herida ya con el cuchillo de vuestra partida, de vosotros se queja y cómo llorando miserablemente dice: los hijos de mi madre pelearon contra mi. Y con mucha razón. Porque quien no está con la caridad, contra ella hace de oposición. Piensas que sin gemidos podrá oír la caridad, madre piadosa, el justo llanto de su hija. Por esto juntando ella sus lágrimas a las nuestras, dice de vosotros: a los hijos crié y los puse en alto, y ellos me trataron con desprecio. el mismo Dios es caridad; y la paz nuestro Cristo, es que de dos pueblos hizo uno, es a saber del pueblo gentilicio y judaico. De la Trinidad se alaba grandemente la unión. Si contra alguno, pues, la caridad, la paz y unión se reconocen aireadas, este tal que puede tener en el Reino de Cristo y de Dios. Pero por ventura dirás: nuestro Abad nos llevó consigo y para que fuéramos con él intervino su  mandato; pues acaso no debimos obedecerle pronto? Bien sabes tu, si no es que por ventura te hayas olvidado, lo que cierto día habiéndome comunicado la connjuración, y el escándalo, y tomado mi consejo, quedó entre los dos convencido, que con toda diligencia se sacudiera de los hombros la contribución y carga. En lo cual si hubieras permanecido sin razón de ti hubiera dicho: bienaventurado el hombre que en el consejo de los malos no consiente. Pero vemos se estuviera obligado a ofrecer al padre el hijo, y el Maestro el discípulo; y que le felicitó el Abad llevar a sus monges donde fuera su gusto y enseñarlos según su voluntad y arbitrio pero esto se entiende mientras vivió el padre y el Maestro. 
 Ahora, pues, que ya el tal es muerto, a quien estáis obligados a oír como a Doctor, o de seguir como a Capitán,para que flojos, y perezosos, os tardéis en cortar y deshacer tan grande escándalo? Quien ya puede prohibir, no digo que a mi, sino que al mismo Dios, habiéndoos vuelto a vuestra Casa con su benignidad, le oígamos por la boca de su profeta decir: por ventura el que cayó, no se levantará? O el que una vez se fue no volverá? Por ventura él mismo muriendo nos dejó puesto entredicho, para que el que una vez ha caído, después no le procuréis levantado? Y el que una vez se haya ido, rehusas el hablar de que ha vuelto? Desta manera también vosotros necesariamente habéis de obedecer al difunde; y obedecer contra la Caridad, obedecer es con el peligro de vuestra salud.
4. Pero pienso que dirás, que de ninguna manera es más firme ni puede tener más fuerza el vínculo unión de los Abades para con los súbditos, que la que tienen entre sí los casados a los cuales los juntó Dios y no hombre alguno, ligándolo con inviolable Sacramento y atendiendo a nuestro salvador, que nos está diciendo: A lo que Dios juntó, el hombre no lo aparte. 

jueves, 2 de enero de 2014

CARTA SEXTA DE SAN BERNARDO

A Bruno, varón ilustre de la Ciudad de Colonia y muy querido del Santo.

Desde que nos vimos pocos días iba en Rems, y en recíproca congratulacióna dimos ambos señales de nuestra amistad, no juzgo que os habréis olvidado de mi pequeñez. Y por esto no te miro como si fueras extraño, sino muy confiado como si conmovido, familiar y amigo nuestro, os escribo todo aquello de que necesito. Os hago saber que Arnoldo de Morimundo, no sin grave perjuicio de toda nuestra Orden, y estando harto, inconsideradamente desamparó y dejó su Monasterio. Porque en hecho tan espantoso, no sólo no esperó de sus Abades el consejo, sino que del Abad del Císter, a quien debía la sujeción como súbdito suyo, aún no esperó su licencia o consentimiento. Pero como se vio hombre y debajo de la potestad ajena.
 Y que él asimismo tenía debajo de la suya soldados, impaciente de la potestad superior, de la propia cerviz arrojó el yugo ajeno y más soberbio a los sujetos, para sí los retuvo debajo del suyo. Y siendo cierto que juntó multitud grande de monjes, así de aquellos que rodea el mar, como de aquellos que habitan la tierra adentro: todo su intento fue vano, pues no los juntó para Cristo, sino para sí propio y ahora lo que ha hecho es dejarle en Morimundo desamparando los remisos y flacos, y llevarse consigo por compañeros a los mejores y más perfectos. Entre los cuales nos ha turbado grandemente el que nos haya quitado tres sujetos y atrevido a engañarlos y llevárselos consigo. 
 Es a  saber, a Evrardo, hermano nuestro y a Adán de quien tenéis muy buen conocimiento y también al noble mancebo Conrado, a quien días ha que sacó de Colonia, y no sin mucho escándalo.
 A los cuales, si nos dais vuestra ayuda, confiamos el que puedan ser revocados con la industria vuestra. Porque de la revolución del mismo Arnoldo, ya en muchas cosas tenemos conocido de su ánimo la inflexibilidad y experiencia, tenemos de su obstinación; y así con este sujeto no queremos el que trabajéis en vano. Hemos oído que Adán y Evarardo y algunos otros monges de su compañía moran y habitan el presente en vuestras tierras. Y si esto es verdad conviene si vos os dignais de hacerlos parecer y ablandarlos con ruegos, con razones convencerlos y a la simplicidad suya de palomas, intruyalos de serpiente la prudencia; y inobediente tiene contra sí la censura, ni tampoco les es lícito seguir a quien ilícitamente camina extraviado, para que no se dejen engañar, dejando el Orden que que profesado, por seguir a un hombre sin orden ni concierto. Y si otra cosa les tiene evangelizado, de aquello que el mismo Ángel del Cielo nos tiene dicho, no conviene dudar de que por autoridad apostólica está descomulgado y serán requeridos y enseñados con la doctrina del mismo Apóstol, que afirma que le deben apartar de todo hermano, ni le reconocen andar inquieto. Él mismo os enseñe a vos el no saber con soberbia ni esperar de las riquezas humanas y mundanas que son inciertas, hasta que habiéndo renunciado a todo, y estando ya probando como a discípulo suyo os defienda Cristo.