Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

lunes, 31 de diciembre de 2012

TRATADO SOBRE LAS CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO TERCERO. CAPÍTULO IV


CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO TERCERO. CAPÍTULO IV


Capítulo 4 
¿Cómo podemos justificarnos para cerrar los ojos a la realidad? ¿Con qué garantía y con qué conciencia podemos dejar de presentar a Cristo a quienes lo desconocen? ¿es que por una severidad mal entendida vamos a ocultar la verdad? A toda costa deben llegar alguna vez los paganos a la fe. ¿o esperarnos que les baje de los cielos ella sola? Nadie se ha encontrado casualmente con la fe. ¿Cómo van a creer si no hay alguien que les predique? Pedro fue enviado a Cornelio; Felipe, al eunuco; y si buscamos ejemplos más recientes, Agustín, enviado por Gregorio, difundió en Inglaterra los contenidos de la fe. Lo mismo puedes pensar de ti con relación a los paganos.
Por mi parte, te recuerdo la pertinacia de los griegos, que están con nosotros sin estar: viven unidos en la fe, pero divididos en la comunión. Aunque a decir verdad, también se han desviado ya de los senderos de la fe. Igual que la herejía. Disimuladamente serpentea por todas partes, y en algunos lugares hace estragos abiertamente, devora de modo fulminante e indistintamente a los hijos más tiernos de la Iglesia. No me preguntarás dónde está sucediendo esto. Tus legados, que con tanta frecuencia visitan los países más occidentales, lo saben muy bien y pueden informarte. Van y vienen constantemente por esas tierras o pasan muy cerca. Pero, que  yo sepa, nada han hecho hasta ahora para remediarlo. Tal vez lo hubiéramos sabido, si el oro que llega de España no hubiese prostituido la salvación del pueblo. Tarea tuya es poner remedio a semejante astucia.
San Bernardo de Claraval
Nota: este capítulo pertenece al Tratado de las Consideraciones al Papa Eugenio III antiguo monje cisterciense, discípulo de San Bernardo, que realizó los trabajos más humildes, bajo su dirección (la de San Bernardo) hasta llegar a ser la máxima autoridad de la Iglesia. El presente escrito, que seguiremos en sucesivos capítulos, es un ejemplo de cómo el materialismo divide incluso a los que comparten las mismas creencias y cómo el cristiano tiene la obligación de expresar y difundir su fe, por ejemplo entre los no creyentes y en continentes olvidados como el africano. Debemos recordar especialmente a los millones de españoles que "están con nosotros sin estar" consintiendo genocidios como el aborto.
Miguel Ángel Pavón Biedma

domingo, 30 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO TERCERO. CAPÍTULO III


Capítulo 3


Es fundamental que te afanes cuanto puedas por la conversión de los incrédulos a la fe. Que los convertidos no se desvíen de esa fe y los que se desviaron la recuperen. Por otra parte, los perversos necesitan volver a la rectitud; los seducidos por el error han de recobrar la verdad y a los seductores que demostrarles su engaño con sólidos argumentos para que se enmienden, si es posible, y si no, que se desprestigie su autoridad y su influencia para engañar a los demás. 
De ninguna manera puedes descuidarte ante la peor clase de incrédulos. Me refiero a los herejes y cismáticos, que están engañados e inducen a otros al error. Son como perros que se tiran a desgarrar, como zorros astutos para ocultarse. Estos, te repito, deben preocuparte especialmente para corregirlos y salvarlos o para reprimirlos, no sea que lleven a otros a la perdición. Pero en cuanto a los judíos, quedas excusado: está ya determinado el día de su conversión y no es posible adelantarlo. Primero tienen que convertirse todos los gentiles. 
Y respecto a los gentiles, ¿qué me dices? O mejor, ¿qué te dicta tu propia consideración, que en todo te interpela? ¿en qué pensaban tus antecesores para ponerle límites al Evangelio realizando la propagación de la fe, cuando todavía existen infieles? ¿Por qué -me pregunto y- se puede frenar su Palabra, que corre veloz? ¿Quién fue el primero que detuvo la carrera e su órbita de salvación? Tal vez tuvieran unas razones que se nos ocultan o se lo impidieron circunstancias insuperables.

sábado, 29 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO TERCERO. CAPÍTULO II


Capítulo 2

Entonces -me replicarás- ¿me concedes la autoridad y me niegas el mando?  Exactamente. Hasta el extremo de que no mandaría con justicia el que sólo se preocupa de su autoridad. ¿Y no dispone de la granja su mayordomo? ¿No está sometido a su  receptor el príncipe todavía niño? Sí. Pero la granja no es de  mayordomo ni el preceptor es amo del príncipe. También tú gozas de una autoridad; mas para velar, servir, dirigir y mirar por el bien de todos. Presides la Iglesia para servirla. La gobiernas como un empleado fiel y cuidadoso, encargado por el amo. ¿para qué? Para dar a su servidumbre la comida a sus horas, es decir, para que te desvivas por ella, no para dominarla. Haz justamente eso y no pretendas, hombre como eres, avasallar a los hombres, no sea que termine dominándote la maldad. Pero de todo esto ya hemos tratado lo suficiente y con profundidad cuando analizábamos quién eres tú. He vuelto a insistir en ello, pues lo más  que me aterra es que llegues a ser víctima de este veneno y  de este puñal: la pasión de dominar. Por mucho que te valores a ti mismo, a no ser que te hayas alucinado, nunca te atreverás a creer que tú eres más que los santos apóstoles. 
QUE CORRIJA A LOS HEREJES, CONVIERTA A LOS GENTILES Y REPRIMA A LOS AMBICIOSOS
Recuerda aquellas palabras: Estoy en deuda con sabios e ignorantes. Y si piensas que puedes aplicártelas justamente, recuerda también que el título molesto de deudor le corresponde más al siervo que al Señor. Escucha lo que en el Evangelio se le dice a un siervo: ¿Cuánto debes a mi señor? Luego si te reconoces no como señor, sino como deudor de sabios e ignorantes, considéralo atentamente y cuídate de que lleguen a ser sabios los que no lo son y vuelvan a serlo quienes lo fueron. Y no hay ignorancia más grave que la infidelidad. Por eso te debes también a los infieles, judíos, griegos y gentiles.

jueves, 27 de diciembre de 2012

TRATADO DE LA CONSIDERACIÓN AL PAPA EUGENIO. LIBRO TERCERO. CAPÍTULO PRIMERO

LIBRO III



 CONSIDERACIÓN DE LO QUE ESTÁ DEBAJO DE TI


Capítulo 1


Al terminar ya el libro anterior te indicaba la materia con la que pensaba comenzar el siguiente. Para cumplir lo prometido, vamos a considerar lo que está por debajo de ti. Espero que el buen papa Eugenio, el mejor de los sacerdotes, no tenga que preguntarse a qué ámbito se circunscriben las realidades que están bajo su poder. Porque más bien deberías preguntarte cuáles son las que no están. 
Tendría que salir de este mundo el que pretenda encontrar algo que esté exento de tu jurisdicción. No fueron asignados a tus antecesores unos países determinados, sino el orbe entero. Id por todo el mundo, se les dijo. Y ellos vendieron sus túnicas para comprarse, como si fueran espadas, las armas poderosas de Dios: sus palabras, ardientes como viento del desierto. ¿Adónde no llegaron estos ínclitos vencedores, los hijos de la Juventud? ¿Qué baluartes dejaron ¿sin someter las flechas de aquellos valientes, afiladas con ascuas de retama? A toda la tierra alcanza su pregón y basta los límites del orbe su lenguaje. Todo lo invadían y abrasaban con sus palabras encendidas en el fuego que el Señor vino a encender sobre la tierra. A veces perecieron como heroicos guerreros, pero nunca sucumbieron; aun muriendo triunfaban. Por su poderío los nombrarás príncipes sobre toda la tierra. Harás memorable su nombre, Señor. 
Tú les has sucedido como heredero. Tu herencia es también el orbe entero. Pero debes sopesar mediante prudente consideración bajo qué condiciones recibiste, tú como ellos, la heredad que te corresponde: Pienso que no puedes disponer de ella absolutamente, pues creo que no te la han dado en propiedad, sino para administrarla. Si te empeñas en usurparla, te saldrá al paso el que dijo: El orbe y todo lo que encierra es mío. 
Está claro que no puedes aplicarte aquellas palabras del profeta: La tierra entera será su posesión. El único que puede reclamar para sí este dominio absoluto es Cristo, pues le pertenece como creador lo mereció como redentor y se lo concedió su Padre como don. ¿a quién sino a él se le pudo decir: Pídemelo, te daré en herencia las naciones; en posesión los confines de la tierra. Reconócele su dominio y posesión. Tú adminístraselo; es lo que te corresponde. No te propases en nada.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XXIII



EL FAVORITISMO Y LA CREDULIDAD


Tal vez abuse de tu atención sin necesidad, hablándote ahora de la avaricia, cuando todos sabemos que para ti las riquezas son paja que lleva el viento. En este sentido, nadie puede atemorizarse ante tus tribunales. Pero hay otra cosa que suele acechar a los jueces con no poca frecuencia y con mucho daño. No quisiera que estuviese ausente de tu conciencia en ningún momento. ¿Cuál es? El favoritismo. No creas que cometerías una falta cualquiera si, a la hora de dar sentencia, te pesa la personalidad del delincuente más que la objetividad de su causa. 
Existe todavía otra debilidad, de la que, si te sientes inmune, serías, entre todos los jueces que conozco, el único que has tomado asiento en los tribunales y te has mantenido siempre libre de toda influencia, cosa singular, hasta por encima de ti mismo, como dice el profeta. Me refiero a la excesiva credulidad. Es como una raposilla astuta; no vi a ninguna persona importante que acertara a precaverse de su habilidad. De aquí nacen esos arrebatos sin motivo, esa rigurosidad en castigar a los inocentes y esos juicios precipitados de reos ausentes. Yo te felicito, sin miedo a que me tomes por un adulador, y te doy mi parabién, porque hasta ahora has intervenido en muchos pleitos sin incurrir en nada de esto. Tú sabrás si estás libre también de toda culpa. Ahora tenemos  que encauzar la consideración hacia las realidades que están debajo de ti. Pero eso lo haremos en otro libro, porque tus muchas ocupaciones te exigen que sea breve.

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XXII


 

EVITAR EL OCIO Y LAS CHANZAS


Aunque el sabio nos asegura con razón que el ocio del escritor aumenta su sabiduría, hay que evitar la ociosidad en el ocio mismo. Huye, pues, de la ociosidad, madre de las chocarrerías y madrastra de las virtudes. Entre seglares, las palabras maliciosas no  pasan de ser palabras maliciosas; en boca del sacerdote son blasfemias. No obstante, cuando surjan, tal vez sea prudente tolerarlas, pero nunca repetirlas. Lo mejor es cortarlas con gracia y disimulo, encauzando la tertulia hacia temas amenos que puedan interesar y así eclipsar a los anteriores. Consagraste tu boca al Evangelio; no es licito abrirla maliciosamente. Acostumbrarse a ello es sacrilegio. Los labios del sacerdote han de guardar el saber y en su boca se busca la doctrina, no la picaresca y el chisme.

Es insuficiente desterrar de los labios las palabras maliciosas, que suelen justificarse como chistes graciosos; también hay que cerrarles el oído. Es vergonzoso que provoquen tus carcajadas. Pero más vergonzoso aún que las provoques en los otros. Finalmente, no acertaría a decirte qué es peor: si caer en la detracción o escuchar al detractor.

martes, 25 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XXI



COMO DEBE CONDUCIRSE EN LA PROSPERIDAD Y EN LA ADVERSIDAD


Tampoco me gustaría que dejes de tener en cuenta cómo te comportas respecto a las tribulaciones. Felicítate si perseveras constante a pesar de las tuyas y te condueles de las ajenas. Será una señal   la rectitud de tu corazón. A la inversa, sería indicio de un ánimo ruin y perverso si te sientes incapaz de soportar las propias y no tienes la más mínima compasión de las ajenas. 
¿Y en la prosperidad? ¿No habrá nada que considerar? Lo hay. Si lo piensas bien, verás que son muy pocos los que no hayan aflojado al menos algo en la tensión de su espíritu por la guarda de sí mismo y por sus propias exigencias. ¿Podemos asegurar que la prosperidad no fue para los incautos algo así como el fuego para la cera o los rayos del sol para la nieve y el hielo? Sabio fue David y más sabio aún Salomón. Pero cuando nadaron en la prosperidad de los éxitos, uno perdió la cabeza en algún momento y el otro para siempre. 
Es todo un hombre el que no pierde a cordura cuando se sume en las contrariedades. Pero también lo es si, sonriéndole la felicidad presente, no se deja seducir por ella. Sin embargo, de hecho, encontrarás muchas personas que mantuvieron el equilibrio en la adversidad y muy pocas que no lo perdieron en la prosperidad. Supera y aventaja a todos el que, con la fortuna a su favor, no se mostró insolente en su hilaridad, ni impertinente en su modo de hablar, ni ostentoso en el lujo de sus vestidos, ni arrogante en sus ademanes.

lunes, 24 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XX


Capítulo 20



PARA CONSIDERAR SI PROGRESA EN LA VIRTUD



Camina con cautela cuando pongas en práctica esta consideración y realízala con todo equilibrio, para que no te atribuyas más de lo que tienes ni renuncies más de lo debido. Te adjudicarías más de lo que eres, arrogándote la bondad que no posees y atribuyéndote a ti mismo lo que posees. Distingue atinadamente qué es lo que eres por ti mismo y lo que eres por pura gracia de Dios; así no habrá engaño en tu espíritu. Lo habría, de no adjudicar sin fraude lo tuyo para ti y lo de Dios para Dios, distribuyéndolo noblemente. No dudo que tú ves con claridad cómo lo malo te corresponde a ti y lo bueno a Dios. 
Cuando consideras lo que eres, debes recordar lo que fuiste. Debes cotejar tu presente con tu pasado. Mira si has progresado en virtud, sabiduría, conocimiento y en moderación de costumbres; o, si acaso, ojalá no, has retrocedido en todo esto. Si eres por lo común más paciente más impaciente; más iracundo o más apacible; más insolente o más humilde; más afable o más áspero; más asequible o más inexorable; más interesado o más generoso; más grave o más ligero; más temeroso de Dios o más confiado  de lo conveniente. 
¡Qué campo tan dilatado se te abre aquí para practicar esta consideración  Te  brindo  unas simples sugerencias,  como quien ofrece unos granos de simiente sin sembrarlos, para dárselos al sembrador. Debes saber hasta dónde llega tu celo, tu clemencia y tu discreción para moderar estas dos virtudes, esto es, cómo perdonas las injurias y cómo las castigas; con qué prudencia sabes ponderar las circunstancias de lugar, tiempo y las demás actitudes. Conviene que consideres especialmente los tres aspectos en la práctica de estas virtudes, no sea que dejen de serlo por no concurrir en su favor esas tres circunstancias. 
Porque, efectivamente, no son virtudes en sí mismas, sino por el modo con que se pongan en práctica. Sabemos  que de por sí son indiferentes; todo depende de ti. Si las falsificas o abusas de ellas, se convertirán en vicios; y si las encauzas hacia el bien, serán verdaderas virtudes. Ordinariamente, cuando se ofusca el sentido de la discreción, se suplantan entre sí y  se excluyen la una a la otra. Dos son las causas de esta ofuscación: la ira y el afecto demasiado blando. Este enerva la objetividad de juicio y la cólera lo precipita. 
Es imposible que por una de estas razones no se perjudiquen o el equilibrio de la clemencia o la rectitud del celo. Debido a la turbación de la ira, nunca se podrá ver nada con ojos indulgentes, y no seremos íntegros si nos alucinamos por la blandura afeminada del corazón. No serás honesto si castigas a quien posiblemente se debiera perdonar y si perdonas al que se debía castigar.

domingo, 23 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XIX


Capítulo 19

Por tanto, cuando consideres lo grande que eres, piensa también, sobre todo, lo que eres. Y esta consideración te mantendrá dentro de tus propias limitaciones; no te permitirá elevarte por encima de lo que realmente eres ni pensar en grandezas que superan tu capacidad: 

PARA MANTENERSE EN EL JUSTO MEDIO 


Debes situarte exactamente en ti mismo. Sin abatirte más abajo ni enaltecerte más arriba; ni perderte lejos de ti ni abarcar lo que no te corresponde. Mantén el justo medio si no quieres perder el equilibrio. En el centro está la seguridad. En él encontrarás la mesura, y en la mesura la virtud. Vivir fuera de la moderación es un destierro para el sabio. Por eso no le gusta habitar lejos de sí, más allá, porque perdería la medida; ni más acá, porque se saldría de sus límites; ni más arriba, porque le superaría; ni más abajo, porque le degradaría. Además, alejándose, uno puede  exterminarse; estirándose, podría rasgarse; encumbrándonos, podemos hundirnos, y descendiendo, ser tragados por el abismo.
Voy a ser más concreto, no sea que veas aquí una referencia a la anchura y largura, altura y profundidad, a las que exhorta el Apóstol a todos los cristianos. De esto hablaremos en otro momento y a otro propósito. Ahora entiendo por anchura confiar en una vida muy larga; por largura, distraerse en afanes superfluos; por altura, presumir de lo que se carece; por profundidad, abatirse más de lo necesario. El que se echa cuentas de que vivirá muchos años, se mete por caminos de perdición, traspasa la frontera de su vida con sus proyectos ambiciosos. Por eso, los hombres que viven alejados de sí mismos por olvidar su propio presente, viajan con ilusiones quiméricas a otros tiempos que nada les podrán aportar, porque no van a llegar.
De modo semejante, el alma dispersa en mil afanes se verá desgarrada por la ansiedad. Pues lo que se estira demasiado acaba rompiéndose. El que presume con soberbia cae ruinosamente. Ya lo has leído: Delante de la ruina va la soberbia. Y abatirse por excesivo encogimiento no es sino dejarse engullir por la desesperación. No caerá en ella el hombre fuerte. El prudente no confiará en las esperanzas inseguras de una vida larga. El moderado controlará sus afanes, se abstendrá de lo superfluo y atenderá solícito a lo necesario. El justo no se jacta de lo que le supera y dice como él: Si fuese inocente no levantaría cabeza.

viernes, 21 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XVIII


Capítulo 18


Si no quieres perder el fruto y provecho de esta consideración, piensa no sólo en lo que eres como nacido de mujer, sino además qué eras en el momento de nacer. Quítate, por tanto, las hojas de higuera con las que te ciñeron como herencia de maldición original. Rasga ese velo que cubre tu ignominia, pero no te cura la herida. Límpiate el aceite de ese fugaz honor y el brillo de esa gloria de mal gusto, para considerar absolutamente desnudo al que desnudo salió del seno de su madre. ¿o naciste ya con ínfulas y todo? ¿Y refulgente de piedras preciosas, con sedas esmaltadas de flores, con el penacho de plumas y cargado de joyas? Aunque así fuera, todo ello es pura nube mañanera, rocío que se evapora al alba.
Si toda esa vanidad se disipa ante tu consideración, te verás desnudo, pobre, desventurado y miserable; un hombre que se duele de serlo, avergonzado de su desnudez, llorando por haber nacido, quejándose de haber visto la luz; un hombre que engendra la fatiga, no la gloria; un hombre nacido de mujer y, por lo mismo, en pecado; corto de días y por eso angustiado; rebosante de miserias y por ello en llanto. Muchas son sus desgracias, porque se le juntan las del alma y las del cuerpo. No se libra de calamidad alguna el que nace en pecado, frágil en su carne y estéril en su espíritu. 
Repleto de miserias en verdad, pues se acumulan sobre él la fragilidad del cuerpo y la ceguera del corazón por la difusión del pecado y el destino fatal de la muerte. Saludable conjunción de pensamientos, si al meditar que eres el sumo pontífice tienes presente que no has sido vil ceniza, sino que lo eres. En tus reflexiones imita a la naturaleza y sobre todo a su Autor  que juntó lo más noble con lo más despreciable. La naturaleza asoció en la persona del hombre el barro innoble con el aliento de la vida. Y también el Autor de la naturaleza asoció en su propia persona al Verlo con el polvo. Así podrás inspirarte en la dualidad de nuestro origen y en el misterio de nuestra redención, para que, sentado en las alturas, no sientas demasiado alto de ti mismo, sino humildemente, adaptándote a los más humildes.

jueves, 20 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO: LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XVII


Capítulo 17



 CONSIDERA NO SOLO QUIÉN Y QUÉ GRANDE ERES, SINO TAMBIÉN COMO DEBES SER


Ya has visto quién eres. No olvides nunca qué eres. Que yo tampoco perderé ocasión de repetírtelo, tal como me lo he propuesto. Será también muy conveniente que, además de considerar quién eres, consideres lo que anteriormente eras. ¿Por qué digo "eras", si ahora también lo sigues siendo? ¿Hay alguna razón para que dejes de considerar lo que no has dejado de ser? 
Porque en una sola consideración va incluido lo que fuiste y lo que eres. Otra consideración distinta será la que te induce a considerar en qué te has convertido. Sería contraproducente que, al pensar en ti mismo, una excluyese a la otra. Pues como acabo de recordarte, todavía eres lo  que eras. Y continúas siéndolo -acaso más ahora- después  de haber sido elevado a lo que eres. Lo que eras, lo eras por tu nacimiento; lo que has llegado a ser, lo eres de prestado, sin cambio alguno en tu propio ser. No te quitaron lo que eras. Solamente te añadieron lo que eres. Por eso debemos ahondar un poco en estos dos aspectos. Como acabo de indicar, si los comparas entre sí, te servirá de mucho.

   Decía antes que, al considerar lo que eres, puedes ver claramente cuál es tu naturaleza. Eres un hombre, pues hombre naciste. Pero al preguntarte quién eres, surge el calificativo de tu persona. Eres un obispo. Y esto te lo han dado; no naciste con ello. ¿Qué te parece más propio de tu naturaleza: lo que te han hecho o aquello que tienes desde que naciste? ¿No será esto último? Pues te aconsejo que consideres mucho más lo que esencialmente eres, es decir, tu condición de hombre, con la que naciste.

martes, 18 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XVI



Luego, en justicia, los otros pastores participan en la solicitud de la Iglesia parcialmente, y tú has sido designado para la potestad plena. La suya se circunscribe a determinados límites; la tuya está por encima incluso de quienes tienen poder sobre los demás: Porque tu podrías, si hubiera motivos para ello, cerrar el cielo a un obispo, deponerlo de su dignidad episcopal, entregarlo a Satanás. 
Gozas, por tanto, de una potestad indiscutible, tanto con respecto a las llaves que te han entregado como sobre las ovejas recomendadas. Hay además otro argumento que confirma tu poder. Faenaban los discípulos en el lago cuando el Señor, felizmente resucitado en su cuerpo, se presentó en la orilla. Seguro Pedro de que era el Señor, se lanzó al agua y llegó hasta el, mientras los demás se acercaron remando. ¿Qué significa esto? Era, sin duda, la señal de que el pontificado de Pedro es único. Porque no había recibido la potestad de regir, como los otros, una sola barca, sino el mundo entero. El mar representa el mundo; la barca, las Iglesias. 
Por eso, en otra ocasión, caminando sobre las aguas, nos demostraba que es el único vicario de Cristo, y como tal debía gobernar no a un pueblo solo, sino a todos. Porque las aguas que has visto son pueblos y muchedumbres. Así que cada uno de ellos tiene su nave; pero bajo tu cuidado está una grandísima nave en la  que caben todas: es la Iglesia universal, extendida por todo el mundo.

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XV


 DIGNIDAD DE SU PERSONA Y PRERROGATIVAS DE SU POTESTAD


Sigamos. Hemos de ver aún más profundamente quién eres y cuál es tu personalidad hoy por hoy en la Iglesia. ¿Quién eres? El sumo sacerdote. El sumo pontífice. Tú eres el príncipe de los obispos, el heredero de los apóstoles. Abel por el primado, Noé por el gobierno, Abrahán en el patriarcado; en el orden, Melquisedec; en la dignidad, Aarón; en la autoridad, Moisés; por la jurisdicción, Samuel; por la potestad, Pedro; por la unción, Cristo. A ti te entregaron las llaves y se te encomendaron las ovejas. 
Es cierto que otros también pueden abrir las puertas del cielo y apacentar la grey; pero tú sólo heredaste estos dos poderes tan gloriosamente, por poseerlos de un modo excelso. A los demás se les ha asignado una porción del rebaño, a cada cual la suya; a ti sólo se te confiaron universalmente todas las ovejas que forman un único rebaño. Tú eres el único pastor de las ovejas y de todos los pastores. ¿Me preguntas cómo podría probártelo? Con las palabras del Señor. Porque a ningún obispo, ni siquiera a ningún apóstol, le fueron encomendadas las ovejas de manera tan absoluta y exclusiva. Pedro, si me amas, apacienta mis ovejas. ¿Cuáles? ¿Las de este pueblo, las de esta ciudad, las de este país, las de este reino? Mis ovejas, dice. ¿Quién puede  dudar que no le excluyó ninguna, sino que le asignó todas las ovejas? Nada se exceptúa cuando no se hace distinción alguna. 
Posiblemente estaban allí presentes los demás discípulos, porque al confiarle todas a uno les encarecía a todos la unidad que forman un único pastor y un único rebaño. Como dice el Cantar: Una sola es la paloma mía, la hermosa mía, la perfecta mía.  Donde hay unidad hay perfección. Los otros números no llevan perfección, sino división, a medida que se distancian de la unidad. Y por eso los demás apóstoles, conscientes de este misterio, se responsabilizaron cada uno de su propia parcela. El mismo Santiago, que parecía la columna de la Iglesia, se limitó a presidir las comunidades de Jerusalén, cediéndole a Pedro la universalidad de las Iglesias. Fue una feliz coincidencia que le asignaran precisamente esa porción, para que así le procurase descendencia a su hermano en el mismo lugar donde murió; recordemos  que le llamaban el hermano del Señor. Y si hasta el hermano del  Señor estaba subordinado a Pedro, ¿quién osará injerirse en tus competencias?

lunes, 17 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO: LIBRO SEGUNDO. SERMÓN XIV


Capítulo 14



PARA QUE CONSIDERE QUÉ ES Y QUÉ LE FALTA



Tal vez me acuses de que no fui suficientemente claro en mi exposición sobre la primera cuestión. En cuyo caso no sé cómo me las arreglaré para enfrentarme con la segunda y decirte cómo debes ser, cuando aún no te he explicado del todo quién eres. Avergonzado posiblemente de que viesen desnudo a un hombre encumbrado en lo más alto, me apresuré a revestirlo de sus blasones. Y es que sin ellos se descubre tanto más tu deformidad cuanto mayor es la gloria de tu dignidad. Es imposible ocultar las ruinas de una ciudad situada en lo alto de un monte o esconder el humo de una lámpara recién apagada, si está a la vista de todos. Mona colgada de un tejado es el rey fatuo sentado sobre su trono. Escucha ahora mi canción, destemplada por cierto, pero muy al caso. 
Es una monstruosidad ostentar la suprema dignidad con un espíritu miserable; sentarse en la sede más elevada viviendo la vida más baja. Hablar maravillosamente y no dar golpe: ser sublime en la predicación e incoherente con ella; ser grave en las formas y superficial en las obras; firme en la autoridad y vacilante en la constancia. Ya te puse delante el espejo: el deforme descubrirá en él su propio rostro. Tú puedes alegrarte, porque encontrarás el tuyo sin deformidad alguna. Pero mírate también, porque a lo mejor encuentras algo que pueda desagradarte, aunque tengas razones para estar satisfecho de ti mismo.
Deseo que tu único orgullo sea el testimonio de tu propia conciencia; pero mucho me gustaría que te humillases por ese mismo testimonio. Son muy pocos los que pueden decir: No me remuerde la conciencia de nada. Más cautamente vivirás en la rectitud si no se te oculta el mal. Por eso te decía que te conozcas a ti mismo. Así gozarás de una conciencia tranquila cuando te aprisione la angustia, que nunca falta y, sobre todo, conocerás tus deficiencias. ¿Quién no las tiene? Todo le falta al que piensa que nada le falta.
Aunque seas el sumo pontífice; no porque seas el sumo pontífice eres la perfección suma. Eres el ínfimo si te crees el sumo. Porque  ¿quién es el sumo? Aquél a quien nada se le puede añadir. Estás en el más craso error si te tienes por tal. Pero no. Tú no eres de esos que cuentan las dignidades por virtudes. Primero tuviste experiencia de la virtud  y luego de los honores. El otro modo de pensar es sólo propio de emperadores y personajes que no temieron ser adorados con honores  divinos,  como Nabucodonosor,  Alejandro, Antíoco  y Herodes. Tú debes considerar que no te llamen sumo por haber llegado a ese grado, sino comparativamente. Pero no creas que me refiero a la comparación de los méritos, sino de los servicios. Quiero que te consideren a ti como servidor de Cristo y, sin prevención alguna contra la santidad de nadie, el mejor entre todos sus servidores. De otra manera: mi deseo es que aspires a lo mejor, no que te creas el mejor. Ni que te llamen el sumo sin serlo efectivamente. De lo contrario, ¿es posible progresar en la santidad si ya hubieras llegado a la meta definitiva?
No seas, pues, negligente en examinar lo que te falta ni insincero para no reconocerlo. Di tú también como tu antecesor: No es que haya conseguido ya el premio o que ya esté en la meta. Yo no pienso haberlo obtenido todavía. Esta es la sabiduría de los santos, muy distinta de esa otra que hincha. Quien se propone alcanzarla sabe que se abraza con el sufrimiento; pero es un sufrimiento del que nunca pretende evadirse el sabio, porque es un dolor medicinal que arranca el aturdimiento mortal del corazón duro e impenitente. Por eso es sabio el que puede afirmar: Mi pena no se aparta de mis ojos. Ahora ya podemos volver al tema del que nos habíamos desviado con esta digresión.

domingo, 16 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XIII


Capítulo 13



Salió a este campo el patriarca Isaac, cuando por primera vez se encontró con Rebeca. Como dice la Escritura, había salido  para meditar. El salió para meditar; tú debes ir para arrancarlo todo. Lo debías haber meditado ya hace tiempo; ha llegado tu hora de ponerte a trabajar. Es ya tarde para seguir vacilando y sin hacer nada. Según el consejo del Salvador, era antes cuando deberías haberte puesto a calcular para pensar en la tarea, medir tus fuerzas, sopesar tus capacidades, acumular méritos y echar cuentas de tus virtudes. 
¡A trabajar! Ha llegado el tiempo de la poda, si a su debido tiempo meditaste. Si has hurgado tu corazón, debes soltar ya tu lengua y actuar. Cíñete al flanco la espada, la espada del Espíritu, es decir, la palabra de Dios. Exalta tu mano, robustece tu brazo  para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a  las naciones, sujetando a los reyes con argollas y a los nobles con esposas de hierro. Si obras así, dignificarás tu ministerio y ésa será tu gloria. No es pequeña esta primacía, porque descartarás de la tierra las alimañas nocivas y apacentarás seguros tus rebaños: Domarás los lobos, pero sin dominar a las ovejas, porque te las dieron para apacentarlas, no para oprimirlas. Si has considerado atentamente quién eres, no puedes ignorar que esto es lo que debes hacer. Y si, sabiéndolo, no obras en consecuencia, cometes pecado. Recuerdas muy bien dónde lo leíste: El siervo que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las cosas como su señor desea, recibirá muchos palos.  Los profetas,  lo mismo que los apóstoles, fueron valientes en la lucha y no se apoltronaron entre sedas. Si eres hijo de los profetas y de los apóstoles, haz tú lo mismo.



Reivindica esa tu nobleza con la conducta que le corresponde, pues no puede legitimarse sino por la pureza de costumbres y por la integridad de la fe. Ellos subyugaron reinos, administraron justicia, alcanzaron las promesas. Te he leído el legajo de tu herencia paterna para que sepas qué patrimonio te pertenece. Esmérate en la rectitud, la piedad, la fidelidad, la sabiduría, pero en la de los santos, que es el respeto del Señor. Estos son tus bienes. Ahí tienes todo el legado paterno, sin gravamen y sin fraude alguno. 
Excelente patrimonio es el de la humildad. Todo edificio espiritual  que se levante sobre él llega a convertirse en el templo santo  del Señor. Gracias a la humildad, destruyeron algunos hasta los baluartes de sus enemigos. Ninguna otra virtud es capaz como ella de aplastar la soberbia de los demonios, que tiranizan al hombre. Por lo demás, aun siendo cierto que toda clase de personas debe contar con esta virtud como refugio y bastión contra el enemigo, no sé por qué, pero la experiencia dice que su fuerza es mucho mayor para los grandes y más manifiesta entre los más esclarecidos. Para el atuendo de un sumo pontífice no encontrarás otra piedra preciosa más espléndida. Cuanto más elevado estás sobre todos, tanto más insigne serás por la humildad  que poseas  incluso ante ti mismo.

sábado, 15 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XII



Yo deseo para ti que ésta sea siempre tu mayor gloria, la que para sí eligieron los profetas y te la transmitieron. Descubre tu herencia en la cruz de Cristo  en las fatigas sin tregua. Feliz el que pueda decir: he rendido más que todos ellos. Sí; eso es gloriarse, pero no estúpidamente ni en la vanidad enervante. Un trabajo que repugna, necesita el estímulo del premio. El salario que cobre cada cual dependerá de lo que haya trabajado. Aunque rindió más que todos ellos, no acabó la tarea; queda mucho por hacer. 
EXHORTACION AL CELO Y A LA HUMILDAD
Vete al campo de tu Señor y considera cuántas espinas y abrojos está echando hoy por la antigua maldición. Sal y vete al mundo, porque es el campo  que te han entregado. Vete a él no como señor, sino como administrador, para cuidarlo y trabajarlo; que de eso te van a pedir cuentas. Vete, te diría, con el afán de una atenta solicitud y una solícita atención. Porque a los Apóstoles se les ordenó que fuesen al mundo entero, pero no lo recorrieron con sus pies, sino con el celo de su espíritu. Levanta tú también los ojos de tu consideración, contempla los pueblos de la tierra y mira si no están más a punto para quemarlos por su aridez que para segarlos por la madurez de sus cosechas. Si observas detenidamente lo que tú creías trigo en sazón, descubrirás más bien que son zarzas y maleza. Ni zarzas siquiera, árboles viejos y carcomidos, y no de sabrosos frutos, sino de bellotas y algarrobas que comen los cerdos. ¿Hasta cuándo ocuparán la tierra inútilmente? Si sales y lo ves, te avergonzarás de que si a quieta el hacha; te sonrojarás de haber recibido en vano la hoz apostólica.

viernes, 14 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO XI



Ahora, vete, y si te atreves, ponte a usurpar como señor el ministerio apostólico; o como apóstol, el dominio. Ambas cosas se te han negado de plano. Si pretendieses gozar de las dos, te quedarás sin ninguna. Y entonces no te creas libre de estar entre aquellos de quienes se lamenta el Señor: Se nombraron reyes sin contar conmigo; se nombraron príncipes sin mi aprobación. Será muy agradable reinar sin el Señor, y llegarás a la gloria; pero no a la del Señor. 
Ya sabemos lo que está prohibido; veamos lo que está mandado. El más grande entre vosotros, iguálese con el más pequeño, y el que dirige, con el que sirve. Esta es la norma apostólica; se excluye el dominio, se intima el servicio, se encarece imitar el ejemplo del mismo que lo ordenó, añadiendo seguidamente: Yo estoy entre vosotros como quien sirve. ¿Podemos considerar indigno un título con el que antes quiso distinguirse el Señor de la gloria? Con razón Pablo se gloria de ello y dice: ¿Que sirven a Cristo? También yo. Y sigue: Voy a decir un desatino: yo más. Les gano en fatigas, en cárceles, en palizas sin comparación y en peligros  de muerte, con mucho. Qué maravilloso servicio! ¿No es mucho más glorioso que ninguna otra grandeza? Si hay que presumir, mira de qué forma y considera de qué presumen los apóstoles. ¿acaso te parece escasa recompensa? ¡Ojalá llegara yo a presumir de la misma gloria de los santos! Tal como lo proclama el profeta: ¡Oh Dios, tus amigos son colmados de honores, su autoridad ha sido plenamente confirmada! Y lo proclama también el Apóstol: la que es a mí, Dios me libre de gloriarme más que en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO: LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO X


Máss grave aún sería que encima te estragaras entre placeres o te infatuara la fastuosidad. Tu testador no te ha legado nada de esto. Si te atienes a la letra del testamento, heredarás más bien preocupación y fatiga, no gloria ni riquezas. ¿Te halaga el solio pontificio? Pues viene a ser como una atalaya de centinelas. Desde ella deberás vigilarlo todo; ése es el deber que le impone tu condición de obispo, y no de señor. Pero esa vigilancia te obligará a vivir siempre tenso y no adormilado en la ociosidad. ¿Puedes apetecer la gloria donde no hay resquicio alguno para la tranquilidad? Imposible permanecer ocioso cuando apremia incesante la preocupación por todas las iglesias. ¿o recibiste otra herencia del santo Apóstol? Lo que tengo, eso te doy. ¿Qué te dio? Yo sólo sé que no te dio oro ni plata, porque expresamente te lo dijo: No tengo oro ni plata. 
Si es que lo tienes tú, úsalo; pero no caprichosamente, sino según lo exijan los tiempos actuales. Así  lo poseerás como si no lo poseyeras. Las riquezas no son ni buenas ni malas para el espíritu. Usar de ellas es bueno; su abuso es malo. Codiciarlas es peor; su lucro es pésimo. Podrás justificarte con las razones que quieras, pero no apelando al derecho apostólico. Te dio todo lo que tenía: la preocupación por las iglesias. ¿para dominarlas? Escucha: No tiranizando a los que se os han confiado, sino haciéndoos modelo del rebaño. Y lo dijo convencido de que debe ser así, porque también el mismo Señor lo manifestó en el Evangelio: Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen el poder se hacen llamar bienhechores. Y añade: Pero vosotros, nada de eso. Está claro. A los apóstoles se les prohíbe toda dominación.

martes, 11 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO: LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO IX



PARA QUÉ LE HICIERON SUPERIOR


No podemos negar que estás sobre los demás. Pero por todos los medios hemos de meditar para qué eres superior. Creo que no es para comportarte como un señor que domina. Pues también al profeta, como a ti, lo elevaron y escuchó estas palabras: Para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar. ¿suena a fastuosidad cualquiera de estos verlos? Son expresiones simbólicas que se refieren al esfuerzo del labrador, y aquí representan al trabajo del espíritu. 
Por elevado concepto que tengamos de nosotros mismos, hemos de convencernos de que no se nos ha entregado un señorío, sino un servicio. Yo no tengo categoría de profeta; a lo más, podré igualarme en el poder; pero respecto a los méritos, sería absurda toda comparación. Dítelo interiormente y enséñate a ti mismo, tú que adoctrinas a los demás. Considérate un profeta cualquiera. ¿o te parece muy poco para ti? Más bien es demasiado  para ti. Pero por la gracia de Dios eres lo que eres. Concedido que eres un profeta. ¿Piensas que eres más que un profeta? Si eres sensato, deberás contentarte con la medida que Dios te dio. Todo lo que sea sobrepasarse, proviene del maligno. 
Aprende de los profetas a presidir, pero haciendo lo que exigen los tiempos y no simplemente mandando. Debes saber que necesitas más un azadón que el cetro, para acertar a cumplir las tareas del profeta. La promoción profética no es para reinar, sino para arrancar. ¿No crees que tú también podrás encontrar algún trabajo en el campo de tu Señor? Y mucho. Porque no lo limpiaron del todo los verdaderos profetas; algo dejaron  para sus hijos, los apóstoles, como a ti te dejaron algo por hacer tus inmediatos predecesores. Tú tampoco podrás hacerlo todo. Algo dejarás para tu sucesor con toda seguridad, y éste para el suyo, los otros al siguiente y así sucesivamente hasta el último. 
Incluso a la hora undécima reprende el Señor el ocio de los obreros y son enviados a su viña. Ese mismo Señor les dijo a los apóstoles que la mies es abundante y pocos los trabajadores. Te lo exige tu herencia paterna, porque si eres dijo, también heredero. Para demostrar que lo eres, pon manos a la obra. No te apoltrones en la ociosidad, no sea que te digan como a ellos: ¿Qué haces ahí, todo el día ocioso?

lunes, 10 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO VIII



QUE RECUERDE SU PRIMERA PROFESIÓN


Pasamos a reflexionar en quién eres y de qué has sido hecho. Y aunque dije "de qué", pienso pasarlo por alto, para dejarlo más bien a tu reflexión. Me limito a recordarte que sería indigno de ti quedarte por debajo de la perfección, después de haber sido escogido para una vida tan perfecta. ¿No te avergonzarías de verte el último ocupando un puesto tan alto, cuando antes eras de los primeros en una profesión tan humilde como es la del monje? Recuerda tu primera profesión. Que no desaparezca de tu recuerdo y de tu afecto, a pesar de que te la arrancaron de las manos. No te vendrá mal que la tengas siempre en tu memoria cuando das una orden corroboras una sentencia o tomas una decisión. Así, la consideración te facilitará despreciar los honores en el seno mismo del honor. Lo cual ya es importante. 
Que no se ausente tampoco de tu corazón. Será como un escudo en el que rebote aquella saeta: El hombre, por estar rodeado de honores, no entendió. Repite por eso en tu interior: soy el último en la casa de mi Dios. ¿es posible que a un menesteroso humillado lo establezcas sobre pueblos y reyes? Quién soy yo y cuál es mi abolengo para sentarme en el trono más sublime? Sin duda que quien me dijo: Amigo, sube más arriba, confió en que siempre sería amigo suyo. Si no lo soy, me vendrá una gran desgracia. Quien me enalteció puede abatirme. Lamento muy tardío sería decir entonces: Me alzaste en vilo y me tiraste. Es absurdo envanecerse en las alturas, donde la ansiedad es mayor, cuando la inquietud del cargo es la prueba del amigo; a esto debo atenerme si, al final de todo, no quiero ocupar el último puesto.

domingo, 9 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO: LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO VII



Esta consideración de ti mismo abarca tres preguntas: si consideras qué eres, quién eres, cómo eres. Es decir, qué eres por tu naturaleza, quién eres por tu persona, cómo eres por tus costumbres. Por ejemplo: qué eres, un hombre; quién eres, el papa o sumo pontífice; como eres, bondadoso o humilde, etc. Aunque es más propio de los filósofos que de los hombres apostólicos reflexionar sobre la primera pregunta, sabemos que se contesta con la definición  el hombre en cuanto animal racional mortal. 
A quien le guste, puede profundizar en ella con mayor precisión. No encontrarás nada que vaya contra tu profesión y dignidad, si te entregas a esta reflexión. Al contrario, sería beneficioso  para tu salvación. Al considerar estas dos realidades, la racionabilidad y la mortalidad del hombre, percibirías dos clases de frutos. Tu mortalidad humillará a tu racionabilidad y tu racionabilidad confortará tu mortalidad. El hombre sensato apreciará justamente estas dos cosas. Si este fruto requiere todavía alguna otra consideración, lo expondremos luego, y acaso sea mejor, debido a la relación de una materia con otra.

sábado, 8 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO SEGUNDO. CAPÍTULO VI



¿Sobre qué puede versar tu consideración? Pienso que debes considerar sobre estas cuatro cosas: tú mismo, lo que está debajo de ti, lo que está alrededor de ti y lo que está sobre ti. Comience tu consideración por ti mismo, no sea que te ocupes de otras cosas y te olvides de ti. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si él mismo se pierde? Por sabio que seas, no posees toda la sabiduría, si no eres sabio para contigo mismo. ¿Y cuánta sabiduría te faltaría? A mi modo de ver  toda. Aunque conozcas todos los misterios, la anchura de la tierra, la altura del cielo, la profundidad del mar, si no te conoces a ti mismo, serás como el que edifica sin cimentar v levanta una ruina, no un edificio. Todo lo que construyas fuera de ti será como polvo amontonado que se lleva el viento. 
No es sabio el que no lo es consigo mismo. El sabio será sabio por sí mismo, y beberá primero él mismo de su propia fuente. Comience, pues, por ti tu consideración y acabe también en ti. Vaya adonde vaya, encamínala de nuevo hacia ti mismo y será de gran provecho para tu salvación. Sé para ti el primero y el último. Toma ejemplo del Padre celestial, que envía a su propio Verbo y al mismo tiempo lo retiene consigo. Tu verbo es tu consideración; si sale de ti, que no se aleje. Que marche sin ausentarse; que se vaya sin abandonarte. Para alcanzar la salvación, nadie será más hermano tuyo que el hijo único de tu madre: la consideración. No pienses nunca nada que vaya contra tu salvación. He dicho mal "contra"; debería haber dicho fuera. Debemos rechazar todo lo que se le brinda a la consideración, si de alguna manera no nos lleva a la propia salvación.

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO II CAPÍTULO V


LAS CUATRO COSAS QUE SE DEBEN CONSIDERAR Y LA TRIPLE CONSIDERACIÓN DE SI MISMO

Antes que nada, mira lo  que yo entiendo por consideración. Pues no pretendo identificarla totalmente con la contemplación. Esta radica en la visión o certeza de lo va conocido, y la consideración es una búsqueda más bien de lo desconocido. En este sentido, la contemplación puede  definirse como una penetración cierta y segura de  alma o una aprehensión de la verdad que excluye toda duda. Y la consideración es una reflexión aguda del entendimiento o una aplicación intensa del espíritu para descubrir la verdad. En general, estos dos términos suelen usarse indistintamente.

APOLOGÍA DE LOS DESASTRES EN TIERRA SANTA: CAPÍTULO IV


Posiblemente te preguntes por qué me entretengo en hablar de todo esto, cuando me había propuesto otra cuestión. Pero no lo hago porque se me haya olvidado, sino porque lo considero muy relacionado con mi propósito. Recuerdo muy bien que me he propuesto desarrollar ante tu santidad el tema de la consideración. Tema muy importante y digno de profunda reflexión. Por cierto, son los grandes personajes quienes deben considerar las cosas importantes. Entonces, ¿quién como tú podrá hacerlo con mayor interés, si no hay sobre la tierra otro semejante a ti? Sé  que lo harás así, pues para ello has recibido de lo alto la sabiduría y el poder. 
Dada mi pequeñez, me siento incapaz de indicarte cómo debes hacer las cosas. Será suficiente con haberte insinuado que debes actuar de alguna forma para aportar algún consuelo a la Iglesia, tapando la boca de tus detractores. Estas brevísimas consideraciones las hice a modo de apología. Espero haber depositado en tu conciencia las razones que dejan plenamente tranquila la mía ante mi responsabilidad y la tuya. Aunque serán insuficientes para esos que suelen juzgar las actuaciones ajenas solamente por su éxito. La justificación perfecta y absoluta de cada uno es el testimonio de su propia conciencia. Me importa muy poco lo que de mí opinen aquellos que le llaman mal al bien y bien al mal, tinieblas a la luz y luz a las tinieblas. Una de dos: o murmuran de nosotros dos o de Dios. Me siento feliz de poder servirle de escudo a mi Señor. Acojo con gusto las imprecaciones y los dardos blasfemos de mis detractores, con tal de que no lleguen hasta él. Aguanto cualquier afrenta para que no sufra menoscabo la gloria de mi Dios. Me sentiría plenamente feliz si de verdad pudiese decir: Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Es para mí un gran orgullo compartir la suerte de Cristo, que dijo: Las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. Bien. Es hora ya de volver a nuestro tema y avanzar ordenadamente en nuestra exposición.

viernes, 7 de diciembre de 2012

APOLOGÍA DE LOS DESASTRES EN TIERRA SANTA: CAPÍTULO III



Pecó la tribu de Benjamín, y se aprestan las demás tribus a castigarla con la anuencia de Dios. Incluso él mismo designó al jefe que debía dirigir la batalla. Trábase el combate, confiados en que su ejército es mejor, en que su causa es más noble y, sobre todo, en que Dios está con ellos. Pero ¡qué terrible es Dios en sus designios con los hombres! Huyeron ante los malvados, los que iban a vengarse de la maldad y, siendo mucho más numerosos, cedieron ante un enemigo mucho más reducido. Recurren luego al Señor, y el Señor les dice: Volved. Van otra vez, y de nuevo son desbaratados y vencidos. Primero contaron con el favor de Dios. Ahora con su orden expresa. Se enfrentan en una batalla justa, y los justos sucumben dos veces. Fueron inferiores en la lucha, pero se hicieron más fuertes en la fe. 
¿Te imaginas lo que harían conmigo, en las actuales circunstancias, si otra vez por mi predicación volvieran los nuestros a la guerra y fueran también vencidos? ¿Crees que me escucharían si les exhortara a que por tercera vez repitieran el viaje y acometieran una hazaña en la que ya habían fracasado por dos veces. Pues ahí tienes a los israelitas que, sin tener en cuenta su repetido desastre, obedecen por tercera vez y vencen. Pero nuestros hombres dirían: ¿Y qué señal realizas tú para que viéndolo creamos? ¿Cuál es tu obra? No estaría bien que yo mismo lo contestase: no me lo permite mi pudor. Respóndeles tú en mi lugar y por ti mismo, conforme a lo que has visto y oído, o mejor, según lo que Dios te inspire.

jueves, 6 de diciembre de 2012

APOLOGÍA DE LOS DESASTRES EN TIERRA SANTA: CAPÍTULO II


Capítulo 2


Por lo demás, sería una gran temeridad humana atreverse a censurar lo que escapa plenamente a nuestra comprensión. Recordemos sus antiguos designios, que son eternos, y acaso lleguemos a consolarnos. Así lo afirmó un salmista: Recordando tus antiguos decretos, Señor, quedé consolado. 
Voy a recordar cosas que nadie ignora y parece que ahora todos las olvidamos. Así es el corazón del hombre. Lo que sabemos cuando no necesitamos saberlo, se nos olvida en el momento en que precisamos recordarlo. Cuando Moisés sacó a su pueblo del país de Egipto, les prometió otro mejor. Si no, su pueblo, tan apegado a aquella tierra, nunca lo hubiera seguido. Sí, lo sacó; pero no lo introdujo en el país que le prometió. Y, sin embargo, nadie podrá atribuir a la temeridad de aquel caudillo tan triste e inesperado desenlace. Todo lo hacía por orden del Señor, con la cooperación directa del Señor, confirmándolo con las señales que le acompañaban.
Pero dirás: Aquel pueblo era un pueblo testarudo, en querella siempre contra el Señor y contra su siervo Moisés. De acuerdo; eran unos incrédulos y rebeldes. ¿Y los nuestros? Pregúntaselo a ellos. ¿Por qué debo decirlo yo, si lo están confesando ellos mismos? Sólo me hago esta pregunta: ¿Cómo podían seguir adelante los que siempre se volvían hacia atrás en su caminar? A lo largo de su peregrinación no hubo un momento en que su corazón no se volviese hacia Egipto. Si cayeron y perecieron por su maldad, ¿podrá extrañarnos ahora que sufran el mismo desastre quienes les imitaron en su proceder? ¿o es que la desgracia que padecieron pone en tela de juicio las promesas de Dios? Entonces, tampoco ahora. Porque nunca, efectivamente, las promesas de Dios pueden crear conflicto a su justicia. Y escucha otra cosa.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

APOLOGÍA DE LOS DESASTRES DE TIERRA SANTA. CAPÍTULO I

APOLOGÍA DE LOS DESASTRES DE TIERRA SANTA


Capítulo 1


No me he olvidado de la promesa que te hice, santísimo papa Eugenio. Hace ya tiempo que me siento deudor tuyo y deseo satisfacerte, aunque sea tarde. Me avergonzaría de esta demora si tuviera que reprocharme por ello de incuria o desconsideración para contigo. Pero no es así. Como bien sabes, han sucedido recientemente tales desastres, que llegué a pensar que podían acabar con todas mis aficiones y hasta con mi vida. Como si el Señor, irritado  nuestros pecados y olvidándose de su misericordia, hubiera determinado juzgar con todo su rigor al universo entero antes del día prefijado. 
No perdono a su pueblo ni a su santo nombre. Porque ¿no dicen ahora los gentiles, dónde está su Dios? Y no es de extrañar que lo digan. Los hijos de la Iglesia, los que se gloriaban de ser cristianos, yacen abatidos en pleno desierto, muertos a espada o devorados por el hambre. Arrojó el desprecio sobre los príncipes, los descarrió por una soledad inmensa y sin caminos. Quebranto y calamidad hallaron a su paso. Pavor, abatimiento y confusión hasta en la alcoba del rey. ¡Qué vergüenza para los que anuncian la paz y para los encargados de traer buenas noticias! Pregonamos paz cuando no había paz; prometimos bienestar y nos vino encima el caos; como si con nuestros proyectos hubiéramos incurrido en temeraria ligereza. Me di de lleno a la obra, y no precisamente al azar, sino porque tú mismo me lo mandaste, como si Dios me hablara por tu boca. 
¿Por qué ayunamos y no nos hizo caso? ¿Por qué nos mortificamos y ni se enteró? Y a pesar de ello no se aclara su ira, sigue extendida su mano. En cambio, con toda su paciencia escucha encima los gritos sacrílegos y blasfemos de estos otros egipcios, que siguen diciendo: con mala intención los sacó para hacerlos morir en el desierto. Pero, a pesar de todo, ¿quién puede ignorar que su justicia es perfecta? Es un abismo tan hondo esta justicia, que con toda razón puedo tener por un santo a quien no se escandalice del Señor.

martes, 4 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO PRIMERO: CAPÍTULO XIV

Capítulo 14


Si eres discípulo de Cristo, deberías consumirte en celo y levantarte con toda tu autoridad contra semejante corrupción universal de la desvergüenza. Contempla al Maestro y escúchale: El que quiera servirme, que me siga. Y no predispone sus oídos para que le escuchen, sino que se hace un látigo para golpearlos. No pronuncia discursos ni los admite. No se sienta en el tribunal; sin más, los azota. Y no oculta el motivo: han convertido la casa de oración en una lonja de contrataciones. Haz tú lo mismo. Huyan avergonzados de tu presencia esos traficantes. Y cuando no sea posible, que al menos le teman; tú también tienes tu azote. Tiemblen los banqueros que confían en el oro, porque nada pueden esperar de ti; que escondan su dinero de tu vista, pues saben que prefieres tirarlo antes que recibirlo.  
Si obras así, con tenacidad y empeño, ganarás a muchos, consiguiendo que trabajen para vivir valiéndose de medios más honestos que el lucro infame; y los demás ni se atreverán a concebir semejantes negocios. 
Por añadidura, podrás disponer mejor de tus tiempos de ocio, como antes te lo indicaba. Porque así encontrarás muchos momentos libres para dedicarlos a la consideración. Y obrarías con toda honestidad, si fueras capaz de no conceder siquiera audiencias para asuntos de pleitos, remitiéndolos a otras personas y resolviendo los que juzgues dignos de tu intervención con un informe previo que sea breve, fiel y apropiado a la causa. 
Te hablaba de la consideración; y pienso extenderme más, aunque lo haré en otro libro, para acabar ya con éste, no sea que te resulte doblemente pesado por su excesiva tensión y por la aspereza de mi estilo.

lunes, 3 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO: LIBRO PRIMERO. CAPÍTULO XIII

Capítulo 13 

De acuerdo. Es cierto  que han echado raíces otras formas de vida y que han cambiado radicalmente los tiempos y los hombres. No es que nos amenacen nuevos peligros, porque ya son una realidad presente. El fraude, el engaño y la violencia se han apoderado de la tierra. Campean los calumniadores, apenas nadie defiende la verdad, por todas partes los más fuertes oprimen a los más débiles. No podemos desentendernos de los oprimidos, ni negarles la justicia a los que sufren vejación. ¿Y cómo va a ser posible hacerles justicia, si se encarpetan las causas y no se escucha a las partes litigantes? 
LOS ABOGADOS 
Sí; deben tramitarse las causas. Pero como es debido. Porque resulta detestable cómo se encauzan habitualmente los litigios; algo indigno, no digamos ya de los tribunales de la Iglesia, sino hasta de los civiles. Me pasma cómo pueden escuchar tus piadosos oídos unas argumentaciones y contrarréplicas de los abogados, que sirven más para destruir la verdad que para esclarecerla. 
Corrige la depravación, cierra los labios lisonjeros y corta la lengua que propala mentiras. Porque afilan su elocuencia para servir al engaño y argüir contra la justicia, como maestros que impugnan la verdad. Dan lecciones a quienes deberían instruirles y no se basan en la evidencia, sino en sus invenciones. Calumnian ellos mismos al inocente. Desbaratan la simplicidad de la misma verdad. Obstruyen el camino de la justicia. 
Nada puede esclarecer tan fácilmente la verdad como una exposición precisa y nítida. Quiero que te habitúes a decidir con brevedad e interés todas las causas que inevitablemente han de ser vistas por ti, que no tienen por qué ser todas. Y zanja toda dilación fraudulenta y falsa. Lleva tú personalmente las causas de las viudas, del pobre y del insolvente. Obras muchas podrías pasarlas a otros. Y las más de las veces no debes considerarlas ni dignas de audiencia. ¿para qué perder el tiempo en escuchar a gentes cuyos delitos ya se conocen antes del Juicio?

LOS AMBICIOSOS 

Es impresionante el descaro de algunos, que carecen de todo pudor, para llevar a los tribunales sus evidentes ansias de ambición, manifiesta a todas luces en sus pleitos. Llegan a la osadía de apelar a la conciencia pública, cuando bastaba la suya propia para quedar confundidos. No hubo quien humillase sus frentes altivas, y por eso se multiplicaron y se hicieron más soberbios aún. Lo  que no sé es cómo estos hombres corrompidos no temen ser descubiertos por los que son tan depravados como ellos. Y es que donde todos apestan, ninguno percibe su propio hedor. Por poner un ejemplo: ¿siente rubor alguno el avaro ante el avaro, el impúdico ante el impúdico, el lujurioso con el lujurioso? Pues lo mismo: la Iglesia está infestada de ambiciosos. Por eso ya no puede ni horrorizarse siquiera de las intrigas y apetencias de los ambiciosos. Exactamente igual que dentro de una guarida de ladrones, donde se contemplan con toda naturalidad los despojos de los caminantes.

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO PRIMERO: CAPÍTULO XII

Capítulo 12

 

LA MALDAD DE NUESTRA EPOCA



¿Qué sucedería si de repente te rindieras de plano a esta filosofía? Desde luego, tus predecesores no lo hicieron. A muchos les resultaría molesto. Seria como si te desviases inesperadamente de las huellas de tus padres e insultases su recuerdo. Te aplicarían aquel proverbio: Haz lo que nadie hace y todos se fijarán en ti, como si pretendieses ser admirado. Claro que no podrías corregir todos los errores ni moderar todos los excesos inmediatamente. Pero, con el tiempo y el tino que Dios te concedió, lo conseguirás lentamente si buscas las oportunidades. Siempre te será factible sacar partido de un mal del que tú no eres responsable. 
Si tomamos ejemplo de los buenos, y no son precisamente los más recientes, encontraremos algunos sumos pontífices que fueron capaces de encontrar para sí espacios para el ocio santo, aunque estaban inmersos en los asuntos más delicados. Era inminente el asedio de la Urbe y la espada de los bárbaros se cernía sobre el cuello de sus habitantes. Y no se encogió el santo papa Gregorio, que no interrumpió su contemplación ni la redacción de sus sabios comentarios. Justamente en esas circunstancias, como se desprende del prólogo, redactó con exquisita elegancia y plena dedicación la última parte de su tratado sobre Ezequiel, la más misteriosa de todas.