Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

martes, 6 de agosto de 2013

SOBRE LA CONVERSIÓN: CAPÍTULO XV


Pero ya, mudada la voluntad, reducido el cuerpo a la servidumbre, y como secada ya de algún modo la fuente, y cerrados los agujeros, aún resta lo tercero, y eso mismo es cosa gravísima, que es purgar la memoria y agotar la sentina. ¿Cómo pues, de mi memoria podrá apartarse mi vida? Un pergamino de poco valor y delgado embebe tal vez del todo la tinta; ¿podrá el arte después borrarla? Porque no sólo le tiñó por la superficie; sino que  lo mojó enteramente. En vano intentaría raerla; antes se rasgará el pergamino, que se borren los caracteres penetrados en él. Acaso a la memoria pudiera borrar el olvido, si embargada la razón no me acordaré de lo que he cometido. Mas, que permanezca íntegra y sana la memoria, y que se borren las manchas de ella, ¿qué rebaja  podrá hacer? Sólo sin duda la palabra viva y eficaz, y mas penetrante que todas las espadas de dos filos. Se perdonan tus pecados, murmure el farisea y diga: ¿Quién puede perdonar los pecados, sino Dios solo? Pues para mi quien dice esto es Dios, y ningún otro subsistirá delante de él, si se quisiere comparar con lo que es él, el cual halló todos los caminos de la verdadera ciencia, y se la dio a Jacob, su siervo, y a Israel. Después de esto fue visto en la tierra, y conversó con los hombres. La indulgencia de éste borra el pecado, no haciendo que falte de la memoria, sino haciendo que lo que antes solía estar en la memoria lo esté  de tal suerte  que en ninguna manera la deslustre. Pues aun ahora nos acordamos de muchos pecados, que nosotros u otros han cometido, pero los propios ciertamente nos manchan, los ajenos en nada nos perjudican. ¿En qué está esto, sino en que de los propios nos avergonzamos nosotros solos?  Quizá la condenación quita el temor, quita la confusión; las cuales cosas sin duda se quitan todas por una plena remisión y no sólo no estorbarán, sino que cooperarán a su bien, para que rindas devotas gracias a quien los perdonó. 

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