Exhorta seriamente a la penitencia
Compadeceos, os ruego, hermanos míos, de vuestras almas. Compadeceos de la sangre que se derramó por vosotros. Precaved el horrendo peligro, evitad con tiempo el fuego que está preparado. Hállese, al fin, en vosotros una profesión sincera de la perfección. Muéstrese también la virtud en el exterior de la piedad. No esté vana y vacía la vida célibe. Peligrará la castidad en las delicias, la humildad en las riquezas, la piedad en los negocios, la verdad en la mucha conversación, la caridad en este siglo malo. Huid de Babilonia. Huid y salvad vuestras almas. Volad a las ciudades de refugio en donde podréis hacer penitencia de lo pasado, alcanzar la gracia para lo presente y aguardar con confianza para la gloria futura. No os detenga la memoria de vuestros pecados porque donde abundaron ellos, acostumbró la gracia a sobreabundar también. No os aterre la misma austeridad de la penitencia pues no tienen proporción los trabajos del tiempo presente con las culpas pasadas que se perdonan por el consuelo que, al presente, envía Dios. No la tiene con las futuras glorias, que se nos promete. En fin, no hay amargura tan grande que no la endulce la harina profética, que no la haga sabrosa la sabiduría, el leño de la vida.
Si no creéis en las palabras, creed en las obras, asentid al ejemplo de muchísimos. Corren de todas partes pecadores a la penitencia y siendo por su naturaleza igualmente que por la costumbre, delicados, enteramente no hacen caso de la aspereza exterior para que se suavicen sus exasperadas conciencias. Nada hay imposible para los que creen, nada difícil para los que aman, nada áspero para los mansos, nada arduo para los humildes a los cuales les ofrece el auxilio la gracia. Suaviza el imperio del superior la buena voluntad de obedecer. ¿Hasta cuándo andaréis en cosas grandes y maravillosas sobre vosotros? Cosa grande y admirable enteramente es ser ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios. Está muy apartado sobre vosotros el orden de los pacíficos, sino que acaso, omitidos los grados que os han mostrado, os agrade más saltar que subir. Más ojalá que al que así entra, si pudiera ser, administrara tan fácilmente como confiadamente se introduce. Pero es difícil, y acaso es también imposible, que de la amarga raíz de la ambición, salga el suave fruto de la caridad. Yo os digo, si lo queréis oír, y antes lo dice el Señor: cuando fueres convidado a algunas bodas, siéntate en el último lugar porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.
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