Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

viernes, 9 de agosto de 2013

SOBRE LA CONVERSIÓN: CAPÍTULO XVI


Que se alcanza la divina misericordia apiadándose de sí mismo primero; después del prójimo

Mas ya, suplicando el hombre por el perdón oportunamente se le responde: bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Tu pues que deseas que Dios tenga misericordia de ti, ten misericordia de tu alma. Lava todas las noches tu lecho, acuérdate de regar tu cama con tus lágrimas. Si te compadeces de ti mismo, si trabajas en los gemidos de la penitencia (este es el grado primero de la misericordia) conseguirás misericordia ciertamente. Y, si quizá son grandes y muchos tus picados, y buscas una grande misericordia y una muchedumbre de piedades, trabaja tu también en engrandecer y multiplicar tu misericordia, reconciliarte contigo mismo, puesto que a ti mismo te servías de peso, por haberte puesto contrario a Dios. Desde ahora, restablecida la paz en la casa propia, es preciso que ella misma primero se extienda sobre el prójimo, para que por último te bese él también con el beso de su boca, y al modo que está escrito, reconciliado tengas paz con Dios. Perdona a los que te hubieren ofendido y te perdonarán aquí lo que has pecado, cuando con una conciencia segura orares al Padre y dijeres: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Si acaso has defraudado a alguno, devuélvele, a lo menos, otro tanto: da lo que te sobra a los pobres y, haciendo misericordia, conseguirás misericordia. Cuando tus pecados fueran como la escarlata, se volverán blancos como la nieve y cuando fueren encarnados como la púrpura, se harán blancos como la lana. Para que no seas confundido con todas las obras malas, con que habías violado la ley de Dios, en las cuales te avergüenzas ahora, haz limosna. Si no pudieras de los haberes terrenos, de una buena voluntad y todas las cosas serán limpias; no sólo la razón será iluminada, y la voluntad corregida, sino que la memoria misma también será limpia a fin de que ya desde ahora seas llamado al Señor y escuches la voz que dice: bienaventurados los limpios de corazón.

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