Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

sábado, 3 de noviembre de 2012

APOLOGÍA AL ABAD GUILLERMO: CAPÍTULO XXII


Capítulo 22

     Vuelvo a la cama, y si me preguntan qué me pasa, me quejo de que no me encuentro bien y de que no tengo ganas de comer; pero soy incapaz de confesar que he bebido demasiado. 
LOS MONJES SANOS QUE SE INSTALAN EN LA ENFERMERIA 
     Más ridículo todavía resulta lo que muchos me han contado dándolo por cierto; por eso no me parece justo dejarlo pasar por alto. Aseguran, efectivamente, que monjes aún jóvenes, sanos y robustos, abandonan la vida de comunidad para instalarse en la enfermería sin estar enfermos. Así pueden comer carne habitualmente, cosa que la sobriedad de nuestra Regla se lo permite solamente y a duras penas a los enfermos y verdaderamente débiles, para que se repongan. Ellos no; no es que necesiten reparar los achaques de un organismo que ya está arruinándose; sólo desean satisfacer sus ansias de comer carne. Yo me pregunto, ¿qué seguridad puede tener el que abandona las armas, como si ya hubiese acabada la guerra con el triunfo sobre el enemigo, cuando en pleno combate deslumbra el fulgor de las lanzas y vuelan en todas direcciones las flechas del contrario? ¿Con qué garantía pueden contar los que se pasan las horas muertas comiendo y revolcándose desnudos sobre mullidos lechos? ¡Qué valientes sois, cobardes! Mientras vuestros compañeros, cubiertos de sangre, pelean con la muerte, vosotros a comer los más exquisitos manjares y a dormir hasta media mañana. Los demás, no; que velen día y noche sin descanso estrujando hasta el límite su tiempo, porque corren días malos. Pero vosotros os pasáis toda la noche durmiendo a placer y dejáis que corran las horas  del día charlando y sin dar golpe. 
     Encima diréis que hay paz cuando no hay paz. ¿Cómo no os morís de vergüenza, al escuchar la indignada reprensión que os lanza el Apóstol? Todavía no habéis luchado hasta derramar sangre. ¿No os asusta este espantoso trueno con que os amenaza? Cuando están diciendo que hay paz y seguridad, entonces les caerá encima de improviso el exterminio, como los dolores a una mujer encinta, y no podrán escapar. Es una medicina demasiado melindrosa vendarse antes de ser herido, quejarse de las llagas que aún no han aparecido, parar el golpe que aún no nos han dado, poner pomadas donde no nos duele, aplicar emplastos donde no hay herida.

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