Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

jueves, 21 de febrero de 2013

CONSIDERACIONES. LIBRO V. CAPÍTULO VII



  LO QUE DEBEMOS CONTEMPLAR GOZOSAMENTE EN LOS ESPIRITUS SUPERIORES 

Hechas  estas aclaraciones  previas,  debemos  orientar ya nuestra consideración hacia la Jerusalén de arriba, nuestra madre. Para ello adentrémonos con cautela y atención por los tres caminos descritos, exploremos lo inexplorable en la medida de nuestras posibilidades ó, más bien, según el don que a cada uno se nos conceda. Ante todo sabemos que sus  habitantes son unos espíritus poderosos, bienaventurados,  gloriosos, distintos entre sí por sus personas, distribuidos según su dignidad, estables desde el principio en su orden  correspondiente, perfectos en su género respectivo, etéreos por su cuerpo, inmortales para siempre, impasibles no por naturaleza, sino por gracia; espíritus puros, benignos por el amor, piadosos por su religión, íntegros en la castidad, individualizados en su unanimidad, confirmados en la paz, creados por Dios, ocupados en su alabanza y adoración. 
Así lo hemos leído en las Escrituras y lo creemos por la fe. Pero hay autores que vacilan en su opinión sobre el lugar que ocupan sus cuerpos e incluso sobre si tienen cuerpos. Yo no entro en discusión con quien afirme que esta cuestión es materia simplemente opinable. Con todo, nos dice la razón, y no la fe ni la mera opinión, que están dotados de inteligencia. No podrían carecer de ella y tener experiencia de Dios. Poseen también sus nombres propios, conocidos por nosotros en la  Escritura, por los cuales podemos conjeturar y vislumbrar de alguna manera cosas que a los mortales no nos corresponde  percibir con claridad, como son sus oficios, méritos, grados y órdenes. Aquí hemos de significar que sólo entra en el ámbito  de la fe lo que hemos oído a la Palabra, porque la fe viene de la escucha. Por eso lo que acabamos  de afirmar no pasa de ser simple opinión. ¿Y para qué conocemos sus nombres celestiales si luego no podemos opinar, salvando la fe, sobre las  realidades que esos nombres significan? Angeles, arcángeles, virtudes, potestades, principados, dominaciones, tronos,  querubines y serafines. ¿Qué significan estos nombres? ¿No hay diferencia alguna entre los que se llaman ángeles y los que tienen el sobrenombre de arcángeles?

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