Al ilustre varón Haymerico de la Santa
Iglesia Romana Cardenal y Canciller
Hasta cuándo ha de durar aquella
sentencia: todos aquellos que quieren en Cristo piadosamente vivir
padecen persecución. Hasta cuándo el azote de los pecadores ha de
ser descargado sobre el gremio de los justos? . ¿Quién dará su
valor y ayuda para que los justos se mantengan constantes y valerosos
contra los que los traen angustiados y afligidos? ¿Quién podrá
tolerar tanta discordia como la que se advierte entre el cielo y la
tierra? Pues alegrándose los ángeles en el cielo con el mando y
dominio de los malos, los hijos de Adán viven deshechos y
consumidos. Como si no hubiera padecido Jesús pudiendo paz con su
sangre entre los que están en la tierra y en el cielo, o no hubiera
Dios con Cristo reconciliando así todo el mundo.
En tiempos pasados, alabado era el
arzobispo cuando daba cumplimiento a sus deseos y cuando así en la
vida secular como en el hábito era bendito. Pero ahora debajo de las
mantillas de la infancia de Jesús es buscada la simonía. Y entre
las virtudes que nacen, la curiosidad maliciosa desentierra los
cadáveres de los vicios ya muertos. Atended, que ahora está Jesús
como defensor del sujeto a quienes os oponéis. Por el mismo, pues,
os ruego y suplico, porque tiene de verdad prendas para que lo
reverenciéis y razones para que lo complazcáis. Defended ahora al
arzobispo, al cual alguna vez veréis favorecido con vuestros
comentarios.
(nota: La simonía es, en el cristianismo , la compra o venta de lo espiritual por medio de bienes materiales. Incluye cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias ...)
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