Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 30 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO TERCERO. CAPÍTULO III


Capítulo 3


Es fundamental que te afanes cuanto puedas por la conversión de los incrédulos a la fe. Que los convertidos no se desvíen de esa fe y los que se desviaron la recuperen. Por otra parte, los perversos necesitan volver a la rectitud; los seducidos por el error han de recobrar la verdad y a los seductores que demostrarles su engaño con sólidos argumentos para que se enmienden, si es posible, y si no, que se desprestigie su autoridad y su influencia para engañar a los demás. 
De ninguna manera puedes descuidarte ante la peor clase de incrédulos. Me refiero a los herejes y cismáticos, que están engañados e inducen a otros al error. Son como perros que se tiran a desgarrar, como zorros astutos para ocultarse. Estos, te repito, deben preocuparte especialmente para corregirlos y salvarlos o para reprimirlos, no sea que lleven a otros a la perdición. Pero en cuanto a los judíos, quedas excusado: está ya determinado el día de su conversión y no es posible adelantarlo. Primero tienen que convertirse todos los gentiles. 
Y respecto a los gentiles, ¿qué me dices? O mejor, ¿qué te dicta tu propia consideración, que en todo te interpela? ¿en qué pensaban tus antecesores para ponerle límites al Evangelio realizando la propagación de la fe, cuando todavía existen infieles? ¿Por qué -me pregunto y- se puede frenar su Palabra, que corre veloz? ¿Quién fue el primero que detuvo la carrera e su órbita de salvación? Tal vez tuvieran unas razones que se nos ocultan o se lo impidieron circunstancias insuperables.

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