Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 3 de junio de 2012

CAPÍTULO XXXI: GRADOS DE HUMILDAD Y ORGULLO


SENTENCIA SOBRE EL SERAFIN APOSTATA, NO TOMADA DE LOS DOCTORES, SINO INVENTADA POR EL MISMO ESCRITOR. 
Capítulo 31 
     Y tú, sello de la divina semejanza, que no has vivido en el paraíso, pero que has poseído las delicias del paraíso de Dios, ¿qué más puedes desear? Estás lleno de sabiduría y es perfecta tu belleza. No pretendas lo que te sobrepasa ni escudriñes lo que se te esconde. Acéptate a ti mismo. No pierdas lo que eres pretendiendo grandezas que superan tu capacidad. ¿Por qué miras de soslayo hacia el Aquilón? Veo que aspiras con demasiado empeño a cosas que te sobrepasan. Pondré mi trono, dice, hacia el Aquilón. Todos los demás habitantes del cielo se mantienen en pie, en sus puestos, mientras que sólo tú pretendes sentarte y perturbas la concordia de los hermanos, la paz de toda la patria celestial y, en cuanto depende de ti, hasta el reposo de la misma Trinidad. 
     ¿Adónde te lleva, miserable, tu ambición? Movido por una presunción sin igual, no tienes reparo en escandalizar a los ciudadanos y en injuriar al Rey. Miles y miles le sirven; millones están a sus órdenes; allí nadie aparece sentado, sino sólo el que se sienta sobre querubines y a quien todos le sirven. Pero tú, no sé qué ves que no ven los demás; lo examinas sin reparos, lo escudriñas sin la menor reverencia te levantas un trono en el cielo pretendiendo ser igual al Altísimo. Y ¿para qué lo haces?; ¿en quién confías? ¡Insensato!, mide tus fuerzas; sopesa el desenlace; piensa el modo de llevarlo a cabo. ¿Presumes tramar todo esto a sabiendas o a espaldas del Altísimo?; ¿con su beneplácito o sin él? Aquel cuya voluntad es insuperable y cuya ciencia es perfecta, ¿cómo va a ignorar todo e mal que estás maquinando? ¿Acaso estás convencido de que sabe, pero no quiere y que es incapaz de oponerse? Si todavía te aceptas como criatura, no te atrevas a dudar de la omnipotencia o de la ciencia y bondad infinita del Creador, que quiso, supo y pudo crearte de la nada, tal cual eres. ¿Cómo se te ocurre pensar que Dios va a consentir lo que no quiere y puede impedir?
     Me parece que se está cumpliendo en ti, más aún, me parece que eres el pionero de lo que después de ti suelen decir quienes siguen tu ejemplo: ¿Acaso un señor cría pérfidos en su propia casa? ¿O es que tú ves con malos ojos el que él sea bueno? Al abusar temerariamente de su bondad te vuelves descarado contra su ciencia y osado contra su poder.


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