Capítulo 38
Pero ¿qué tienen que ver las revelaciones con la curiosidad? El motivo de intercalar aquí este asunto surgió cuando quise demostrar que el ángel réprobo, antes de su caída, pudo haber adivinado aquel señorío que luego recibió sobre los hombres reprobados; sin que por eso hubiese sabido con antelación su propia condena. Sobre este ángel hemos planteado algunas cuestiones sin importancia. No se han buscado tampoco soluciones. Sea ésta la conclusión de las últimas ideas: por la curiosidad salimos de la órbita de la verdad. Primero se mira con curiosidad lo que después se desea ilícitamente y se ansía con presunción. Con toda evidencia, la curiosidad reivindica para si el primero de los grados de soberbia, que, según el parecer de la gran mayoría, es fuente de todo pecado. Si no se reprime rápidamente, pronto se deslizará hacia la ligereza de espíritu, que es el segundo grado.
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