Capítulo 29
Sin embargo, por dos motivos se te permite levantar los ojos sin cometer la menor falta: para pedir auxilio y para ofrecerlo. David levantó los ojos a los montes para pedir auxilio. El Señor los levantó sobre las turbas para compadecerte. El uno lo hizo por su miseria; el otro, por su misericordia. En ninguno de los dos se halló rastro de falta. Si tú, considerando el lugar, el tiempo y la causa, levantas los ojos por tu propia necesidad o por la de tu hermano, no sólo no te considero culpable, sino que te alabo sobremanera; pues la miseria excusa lo primero, y la misericordia recomienda lo segundo. Si, en cambio, lo haces por otro motivo, pensaré de ti que eres imitador, no del profeta ni del Señor, sino de Dina o de Eva, e incluso del mismo Satanás.
Dina salió a apacentar los cabritos, fue raptada a su padre y perdió su virginidad. Dina, ¿por qué tuviste que ir a curiosear mujeres extranjeras?; ¿qué necesidad, qué utilidad se te imponía?; ¿fue por pura curiosidad? Tú miras con ingenuidad; otros te miran con malicia. Tú contemplas con curiosidad, pero otros te contemplan con otra curiosidad superior. ¿Quién iba a pensar entonces que aquella tu curiosa inocencia, o tu inocente curiosidad, iba a ser no sólo ociosa, sino muy perniciosa para ti, para los tuyos y para los enemigos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario