Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 3 de junio de 2012

CAPÍTULO XXX: GRADOS DE HUMILDAD Y ORGULLO




 Capítulo 30

     Eva, tú vas a vivir en el paraíso, para cultivarlo y guardarlo en compañía de tu marido. Si cumples lo ordenado, pasarás a otro lugar mejor, donde ya no tendrás que ocuparte de trabajo alguno ni de preocuparte por cuidarlo. Se te permite comer de todos los árboles del paraíso, excepto del llamado de la ciencia del bien y del mal. Si los frutos de los demás árboles son buenos y saben bien, ¿qué te mueve a comer del árbol que sabe mal? No se debe saber más de lo que conviene. Probar el mal no es saborearlo, sino haber perdido el gusto. Guarda bien lo que se te ha confiado; espera lo prometido. Evita lo prohibido, no sea que pierdas lo que ya posees.
     ¿Por qué te obsesionas con tu propia muerte? ¿Por qué diriges con tanta frecuencia tus ojos inquietos hacia ese árbol? ¿Por qué te agrada mirar lo que no se puede comer? Tú me respondes: sólo me acerco con los ojos, no con las manos. No se me ha prohibido mirar, sino comer. ¿Es que no puedo levantar hacia donde quiera estos dos ojos que Dios ha dejado a mi libertad? El Apóstol responde: todo me está permitido, pero no todo me aprovecha. No es pecado; pero es síntoma de pecado. Si tu alma se mantiene alerta, la curiosidad no encontrará momentos ociosos. Esto tampoco es pecado, pero te hace propenso a faltar. Es indicio del pecado que se ha cometido y causa del que se va a cometer. 
     Cuando miras con ansiedad hacia el árbol prohibido, la serpiente se introduce a hurtadillas en tu corazón y te habla con lisonjas; ahoga tu corazón con halagos y disipa con mentiras tu temor sugiriéndote este retintín: ¿Morir?, ¡en absoluto! Te excita la gula para que hiervas en ansiedad; agudiza la curiosidad con la sugestión  el deseo. Te ofrece lo prohibido y te arrebata lo que ya tienes. Te da una manzana y te roba el paraíso. Por tragarte el veneno, morirás y darás a luz a los que han de morir. Se perdió la salvación, pero los hombres siguen naciendo. Nacemos y morimos. Nacemos para morir, porque morimos antes de nacer Este es el yugo pesado que oprime a tus hijos hasta el día de hoy.

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