Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

lunes, 11 de junio de 2012

CAPÍTULO XXXVI: GRADOS DE HUMILDAD Y ORGULLO

Capítulo 36


     ¡Oh Lucifer!, que despuntabas como el alba. Ahora ya no eres lucífero; eres noctífero y mortífero. Tu órbita fijada se extendía del Oriente al Mediodía. Pero tú, cambiando de dirección, ¿te diriges al Aquilón? Te apresuras en subir a las alturas; pero, vertiginoso, te hundes en las tinieblas del ocaso. 
     Curioso, yo quisiera con todo detalle sondear los motivos de tu curiosidad. Pondré, dices, mi trono hacia el Aquilón. Y como tú eres espíritu, no se me ocurre pensar que ese Aquilón y ese trono sean algo material. Pienso más bien que en el Aquilón están representados todos los hombres que han de ser condenados; y en el trono, el dominio sobre ellos. Si la cercanía de Dios te ocasionaba una perspicacia sin igual, y veías en la presencia divina que los réprobos no resplandecían con rayo alguno de sabiduría ni ardían en el amor del Espíritu, encontraste una especie de lugar vacío. Te propusiste dominar sobre ellos, cubrirlos con la claridad de tu astucia e inflamarlos en los ardores de tu maldad. Serías semejante al Altísima, que, con su sabiduría y bondad, estaba al frente de todos los hijos de obediencia. Pero tú, proclamado rey de todos los hijos de la soberbia, pensabas gobernarlos con tu astuta malicia y con tu maliciosa astucia. No concibo cómo, habiendo adivinado tu principado en la presencia de Dios, no intuiste tu caída. Y si la intuiste, ¡qué locura la tuya!, ¿cómo se puede ambicionar un reino de tanta miseria y preferir una miserable realeza a una dichosa sumisión? ¿No es mejor participar en el esplendor de las galaxias que reinar en las tinieblas? Tal vez no calculaste bien, y probablemente por aquello a que acabo de referirme. Fijándote en la bondad de Dios, dijiste en tu corazón: No se entera. E irritaste a Dios,¡impío! O es posible que, al ver el Reino, se dilatara en tu ojo la viga de la soberbia y te impidió ver la ruina.

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