Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

martes, 9 de julio de 2013

SOBRE LA CONVERSIÓN: CAPÍTULO V


Que se debe sentir y sofocar ahora el gusano de la conciencia, y no fomentarlo y sustentarle, para que sea inmortal.

 Para que volvamos a la voz de que hablábamos, nos es forzoso ciertamente, volver a entrar en el corazón. Aquí se encontrará el camino en que nos muestra su salud, aquel Señor que con tanto afecto de piedad convida a los pecadores a volver a él. Ni nos pese sentir ahora las mordeduras del gusano interior, ni alguna peligrosa delicadeza y perniciosa feminización del ánimo nos llegue a persuadir, que no hagamos caso de la presente molestia. Importa mucho, que el gusano sea sentido cuando todavía puede ser sofocado. Así pues, muerda ahora, para que mura y poco a poco deje de morder muriendo. Roa por ahora la pobredumbre para que royéndola la consuma y sea él consumido juntamente; no sea que comience a fomentarse para la inmortalidad. El gusano de ellos, dice, no morirá y el fuego no se apagará. ¿Quién podrá sostener el extremo rigor de aquellas mordeduras? Pues por ahora mitigan muchos consuelos el tormento de la conciencia, que nos acusa. Benigno es Dios, el cual no permite que seamos tentados sobre lo que podemos, ni permite que ese gusano nos haga guerra sin medida. Y especialmente en los principios de nuestra conversión unge con el aceite de la misericordia nuestras úlceras, para que no se eche de ver más de lo conveniente, ni lo grande de la enfermedad, ni lo difícil de la curación: y más bien entonces parece, que alegra el ánimo una cierta facilidad de obrar lo bueno que experimenta, pero que después desaparece, cuando teniendo ya ejercitados los sentidos, se permite que le presenten más fuerte combate, para que venza, y sepa que la sabiduría es más poderosa que todo. Entretanto, oyendo el hombre la voz del Señor: Volved al corazón prevaricadores, y hallando tan grandes fealdades en su interior aposento, procura considerar con atención todas sus cosas una por una, y explora con curiosa diligencia por donde pudieron entrar estas abominaciones. Fácilmente descubre el agujero o agujeros por donde entraron, el que con esmero lo registra todo. Ni se aumenta poco su dolor, cuando esta consideración averigua, que esta muerte entró por sus ventanas propias. Pues ve, que franqueó la entrada a muchas inmundicias, la licencia de los ojos, y dio libre paso a otras muchas el poco recato de los oídos, permitiendo lo mismo el deleite del olfato, del gusto y del tacto. Mas los vicios espirituales, de que arriba hicimos mención, con dificultad hasta ahora los examina y pesa como ellos son en sí el hombre carnal. Por lo cual sucede, que poco o nada siente unos pecados, que en realidad son más graves, ni tiene tan vivos remordimientos con el recuerdo de la soberbia y envidia, como con la memoria de las acciones enormes y facinerosas. 

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