Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

viernes, 12 de julio de 2013

SOBRE LA CONVERSIÓN: CAPÍTULO VII


Consuelo en que respiran los pobres de espíritu o las almas que reconocen su miseria. 

 Oiga, pues, toda alma que se haya en tal estado, la voz divina y oígala con pasmo y admiración que dice: bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos. ¿Quién más pobre de espíritu, que el que en todo su espíritu no encuentra descanso, no encuentra donde reclinar su cabeza? Esto también manifiesta la inestimable piedad del consejo divino, pues dispone, que quien se desagrada de sí mismo, agrade a Dios: que quien aborrece su propia casa, ciertamente llena de inmundicia y de desdichas, sea convidado a la casa de la gloria, casa no fabricada por mano de hombres, sino eterna en los cielos. Ni hay que extrañar, si a la grandeza de esta dignación queda pasmada el alma. Si con dificultad cree esto mismo que oye, si se llena de admiración y asombro y dice: ¿hace la miseria al hombre bienaventurado? Pero cualquiera que seas, no desconfíes. No la miseria, sino la misericordia le hace bienaventurado, pero el asiento propio de ésta es la miseria. O ciertamente, digamos: que la misericordia le hace bienaventurado, trocándose la humillación en humildad, la necesidad en virtud. Una lluvia voluntaria destinaréis a Dios para vuestra heredad. Ella ha enfermado más vos la fortificásteis. Útil enfermedad enteramente, que busca la mano del médico: saludablemente se desmaya en sí mismo, aquel a quien Dios fortalece. Mas, porque no se abre el camino al reino de Dios, sin las primicias del reino, ni puede esperar el reino celestial, a aquel a quien no se concede todavía reinar sobre sus propios miembros. Se sigue una voz que dice: Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Como si dijera más claramente: Mitiga los movimientos fieros de la voluntad, cuida de amansar esa bestia cruel. Atado te hayas. Procura desatar lo que de ningún modo podrás romper. Ella es tu Eva: no puedes, de manera alguna, hacer la violencia, ofenderla tanto, que llegues a apartarla de ti. 

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