Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 28 de julio de 2013

SOBRE LA CONVERSIÓN: CAPÍTULO XII


Cómo se ha de inducir suavemente a la voluntad a que ame y desee las cosas celestiales

 Desde ahora ya mire por el agujero, registre por las celosías, siga con la vista el rayo dulcísimo y cuidadoso imitador de los Magos, busque con la luz la luz. Porque encontrará el lugar del admirable tabernáculo, en donde coma el hombre el pan de los Ángeles; encontrará el paraíso de las delicias que plantó el Señor; encontrará el huerto florido y amenísimo, encontrará el asiento del refrigerio y dirá: ¡O si aquella miserable voluntad oyera mi voz, para que entrando viera los bienes y visitara este lugar! Aquí sin duda hallará más amplio descanso y a mi también me inquietará menos, cuando ella misma estará más quieta. Puesto que no miente aquel que dijo: tomad sobre vosotros mi yugo y hallaréis descanso para vuestras almas. En la fe de esta promesa hable más blandamente a la que estaba irritada y aparentando cierta alegría, haciéndola cargo en espíritu de mansedumbre dígale: cese del todo tu indignación. No soy yo quien te pueda ofender. Tuyo es el cuerpo, tuyo soy yo mismo: no tienes porqué temer ni recelar. Ni será de extrañar, si acaso todavía ella diere una respuesta algo  más amarga, y dijere: las muchas reflexiones te han hecho delirar. Sufra entretanto con igualdad de ánimo y disimule enteramente lo que pasa con ella, hasta que tocando en el coloquio diferentes cosas, oportunamente pueda insinuarse diciendo: Hoy encontré un huerto hermosísimo y un amenísimo lugar. Bueno sería para nosotros estar allí, porque a ti también te hace daño estar en este lecho de la enfermedad, en esta cama del dolor y compungirte en este aposento tuyo con un corazón pesado. Asistirá Dios a quien le busca, a alma que espera en él; favorecerá a sus humildes ruegos y dará eficacia a sus palabras. Se excitará el deseo de la voluntad, no sólo para ver el lugar, sino para entrar poco a poco en él y fijar allí su mansión.

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