Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

viernes, 2 de noviembre de 2012

APOLOGÍA DIRIGIDA AL ABAD GUILLERMO: CAPÍTULO XX


Capítulo 20

LOS EXCESOS EN LA COMIDA     

       En este ambiente se sirven platos y más platos. Y a falta de carne, de la que todavía se guarda abstinencia, se repiten los más exquisitos pescados. Cuando ya te has saciado de los primeros platos, si pruebas los siguientes, creerías que no has comido aún ningún pescado. Porque es tal el esmero y el arte con que lo preparan todo los cocineros, que, devorados ya cuatro o cinco platos, aún puedes con otros más, y la saciedad no mata el apetito. Seducido el paladar por nuevos, condimentos, vas olvidando el sabor de lo anterior. Y como si estuvieras en ayunas, se excita de nuevo la voracidad con las salsas más extrañas. Claro que, al final y sin caer en la cuenta, va uno atiborrándose, aunque la variedad del menú alivie el empalago. Normalmente nos cansan los alimentos servidos al natural, tal como nos los da la tierra. Pero combinándolos de mil maneras se les quita el sabor que les dio el Creador, se excita la gula con sabores falsificados y se sobrepasa excesivamente la raya de lo necesario, e incluso la del deleite. 
  ¿Y quién es capaz de  escribir, sin aludir a otros platos, las más diversas maneras de componer o, mejor, de descomponer  unos simples huevos? Con qué escrúpulo se baten y se revuelven, se preparan para tomarlos pasados por agua, o se cuecen para comerlos duros, se salpican en trocitos, o se fríen, los meten al horno o los rellenan, los presentan solos o con guarnición. ¿Para qué tanto esmero sino para matar su monotonía? Tampoco descuidan su presentación en las fuentes, para que la vista pueda deleitarse también como después lo hará el paladar. Así, para cuando el estómago comienza a demostrar su saturación, ya los ojos han quedado satisfechos. Pero, a pesar de la vistosidad que ofrecen a las miradas y la seducción con que complacen al gusto, el pobre estómago, que no entiende de colores ni saborea los manjares, es condenado a recibir todo lo que le echen, y en su opresión se siente no precisamente satisfecho, sino como enterrado bajo la comida.

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