Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 11 de noviembre de 2012

APOLOGÌA DIRIGIDA AL ABAD GUILLERMO: CAPÍTULO XXIV: EL VESTIDO LUJOSO O ARROGANTE

Capítulo 24 

EL VESTIDO LUJOSO O ARROGANTE

        
       Otros se afanan por vestirse no con lo más común, sino con lo más rebuscado. Y no para abrigarse mejor, sino por pura ostentación. No se sigue el criterio de la Regla comprando lo más barato, sino lo que se pueda llevar con más lujo y afectación. ¡Qué desgracia, puede pensar cualquiera que se tenga por monje, tener que vivir el espectáculo que ha llegado a dar nuestra Orden! Una Orden que fue la primera en toda la Iglesia. Con ella precisamente nació la Iglesia. No había en la tierra otra como ella, tan parecida a los coros angélicos. Ninguna más próxima a la Jerusalén celestial, nuestra Madre, por la nitidez se su pureza y por el fuego de su amor, pues sus fundadores fueron los Apóstoles y a sus iniciadores les llama santos muchas veces el apóstol Pablo. Nadie en aquella comunidad guardaba para sí lo que era suyo; todo lo distribuían según lo que necesitaba cada uno, y no para satisfacer sus pueriles caprichos. Como nadie recibía más que lo necesario, no tenían ni siquiera ocasión de poseer nada superfluo o especial, y menos aun nada singularmente llamativo. 
   Aplicando la frase según lo que necesitaba cada uno a las prendas de vestir, significa que eran las imprescindibles para cubrirse y abrigarse. ¿O piensas que para vestirse compraban telas de seda y para ir a caballo montaban mulas de doscientos sueldos de oro? ¿Crees que cubrían sus lechos con pieles de animales raros o con edredones de variados colores? No. Justamente se le daba a cada uno lo necesario. No podrían preocuparse demasiado del precio, de la calidad o del color de la ropa si pusieran toda su alma en la mutua concordia, en su unidad espiritual y en el cultivo de la virtud. En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo.

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