Capítulo 24
EL VESTIDO LUJOSO O ARROGANTE
Otros se afanan por vestirse no con lo más común, sino con lo más rebuscado. Y no para abrigarse mejor, sino por pura ostentación. No se sigue el criterio de la Regla comprando lo más barato, sino lo que se pueda llevar con más lujo y afectación. ¡Qué desgracia, puede pensar cualquiera que se tenga por monje, tener que vivir el espectáculo que ha llegado a dar nuestra Orden! Una Orden que fue la primera en toda la Iglesia. Con ella precisamente nació la Iglesia. No había en la tierra otra como ella, tan parecida a los coros angélicos. Ninguna más próxima a la Jerusalén celestial, nuestra Madre, por la nitidez se su pureza y por el fuego de su amor, pues sus fundadores fueron los Apóstoles y a sus iniciadores les llama santos muchas veces el apóstol Pablo. Nadie en aquella comunidad guardaba para sí lo que era suyo; todo lo distribuían según lo que necesitaba cada uno, y no para satisfacer sus pueriles caprichos. Como nadie recibía más que lo necesario, no tenían ni siquiera ocasión de poseer nada superfluo o especial, y menos aun nada singularmente llamativo.
Aplicando la frase según lo que necesitaba cada uno a las prendas de vestir, significa que eran las imprescindibles para cubrirse y abrigarse. ¿O piensas que para vestirse compraban telas de seda y para ir a caballo montaban mulas de doscientos sueldos de oro? ¿Crees que cubrían sus lechos con pieles de animales raros o con edredones de variados colores? No. Justamente se le daba a cada uno lo necesario. No podrían preocuparse demasiado del precio, de la calidad o del color de la ropa si pusieran toda su alma en la mutua concordia, en su unidad espiritual y en el cultivo de la virtud. En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario