CAPÍTULO IX
Sin embargo, por mas que sobresalga la castidad en su belleza, con todo eso sin la caridad ni tiene precio, ni mérito. Ni hay qué admirar. Porque, ¿qué bien se recibe sin ella? ¿La fe? Mas, si aunque traslade los montes. ¿La ciencia? Mas, ni aún aquella que hable con lengua de Ángeles. ¿El Martirio? Ni aunque entregare, dice, mi cuerpo, de modo que yo arda. Ni sin ella se rebie algún bien, ci con ella se desecha bien alguno, por pequeño que sea. Las castidad sin la caridad, es una lámpara sin aceite. Quita el aceite, y la lámpara no lucirá. Quita la caridad, y la castidad no agradará. Pero, ¡oh qué hermosa es, como clama el sabio, una casta generación con la caridad! Con aquella caridad, digo, que describe el Apóstol; que procede de un corazón puro, y de una buena conciencia, y de una fe no fingida.
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