Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

sábado, 13 de abril de 2013

SOBRE LOS OBISPOS. CAPÍTULO VI

Pero se enojan contra mi, aún si con sólo una señal doy a entender que se deben reprobar esas cosas. Me mandan que ponga la mano en mi boca, diciendo que soy monje, que no debo juzgar a los obispos. Ojalá  que, también, me cerrarán los ojos, para que no pudiera ver estas cosas que me prohíben contradecir. Pero será una gran presunción, que siendo yo oveja, viendo que se arrojan sobre mi mismo pastor dos lobas fierísimas, que son la vanidad y la curiosidad, haga yo ruido y alguno salga al encuentro de las bestias crueles, socorriendo al que va a perecer. ¿Qué harán de mi, que soy una ovejilla, cuando acometen al mismo pastor con tanta fiereza? Ciertamente, si no quiere que dé voces por él, ¿no me será permitido ni siquiera el balar por mi? Mas, aunque yo calle, porque no parezca que quiero poner en el cielo mi boca, con todo eso no se deja de clamar en la Iglesia: No en vestido precioso. Este clamor se dirige a los obispos para que se sientan como las mujeres que se engalanan en exceso. Aunque yo no hablara ¿no lo haría cada uno a su conciencia? ¿Y qué sería, si alguno más animoso,  alejado del medio eclesiástico,   alegara a este asunto el dicho de un gentil: Decid Pontífices, ¿qué hace el oro, no ciertamente en un lugar santo, sino en el freno? ¿Cuánto más tolerable es, que se vea en el lugar santo, que en el freno? Esto mismo, aunque yo enmudezca, vocea, ya no en la curia de los reyes sino en la penuria de los pobres. Calla ciertamente la fama, porque el mundo no puede hacer otra cosa que  aborreceros. Porque ¿cómo reprenderá el mundo a aquel pecado, del que antes es alabado el pecador en los deseos de su alma y es bendecido el inicuo?

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