En dos cosas ciertamente consiste la pureza del corazón: en buscar la gloria de Dios y el provecho del prójimo; de modo, es de saber, que en todas las acciones y dichos nada pretenda en un Obispo mas que el honor de Dios, o la salud del prójimo o ambas cosas. Haciendo pues esto, no sólo llenará el oficio del Pontífice, sino la etimología de este nombre, haciéndose a si mismo un puente entre Dios y el hombre. Este puente llega hasta Dios, con aquella confianza, cosa que no buscaba su propia gloria, sino la divina. Llega hasta el prójimo con aquella piedad, con que desea aprovechar, no a sí propio, sino a él. Ofreceré a Dios como buen mediador las súplicas y votos de los pueblos, trayéndonos a ellos de Dios la bendición, y la gracia. Suplica por los excesos de los dirigentes a la Majestad; venga en los pecadores la injuria de Dios. Da en cara a los ingratos con los beneficios de la divina piedad; insinúa a los que no hacen caso la severidad de su poder; pero igualmente, procura respecto de unos y otros, templar el furor de la indignación, ya rebajada la culpa con el pretexto de la flaqueza humana, ya trayendo a la memoria la grandeza de la piedad divina. En fin, o bien sea como transportado como fuera de sí para Dios, o bien que se temple a si mismo para nosotros, pretende siempre, en cuanto está en su parte, agradar a Dios o hacernos a nosotros bien, no buscando enteramente lo que es útil para sí, sino lo que es para muchos.
Advertencia
Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)
domingo, 21 de abril de 2013
SOBRE LOS OBISPOS. CAPÍTULO XI
En dos cosas ciertamente consiste la pureza del corazón: en buscar la gloria de Dios y el provecho del prójimo; de modo, es de saber, que en todas las acciones y dichos nada pretenda en un Obispo mas que el honor de Dios, o la salud del prójimo o ambas cosas. Haciendo pues esto, no sólo llenará el oficio del Pontífice, sino la etimología de este nombre, haciéndose a si mismo un puente entre Dios y el hombre. Este puente llega hasta Dios, con aquella confianza, cosa que no buscaba su propia gloria, sino la divina. Llega hasta el prójimo con aquella piedad, con que desea aprovechar, no a sí propio, sino a él. Ofreceré a Dios como buen mediador las súplicas y votos de los pueblos, trayéndonos a ellos de Dios la bendición, y la gracia. Suplica por los excesos de los dirigentes a la Majestad; venga en los pecadores la injuria de Dios. Da en cara a los ingratos con los beneficios de la divina piedad; insinúa a los que no hacen caso la severidad de su poder; pero igualmente, procura respecto de unos y otros, templar el furor de la indignación, ya rebajada la culpa con el pretexto de la flaqueza humana, ya trayendo a la memoria la grandeza de la piedad divina. En fin, o bien sea como transportado como fuera de sí para Dios, o bien que se temple a si mismo para nosotros, pretende siempre, en cuanto está en su parte, agradar a Dios o hacernos a nosotros bien, no buscando enteramente lo que es útil para sí, sino lo que es para muchos.
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