Que el cuidado de una fe sincera y de una caridad no fingida es necesario con especialidad a su prelado.
La razón misma del buen orden está pidiendo que quien está obligado a amar al prójimo al nivel de sí mismo, sepa antes cómo a sí mismo se debe amar. Así pues, dos cosas principalmente son las que forman una conciencia buena: hacer penitencia de las cosas malas y abstenerse de ellas; esto es, por usar de las palabras de San Gregorio, llorar las faltas cometidas y no cometer cosas que se deben librar en lo adelante. Ninguna de estas cosas es suficiente por sí sola. Porque si bastara la primera sin lo segundo, nos exhortaría sin motivo David, diciendo: Apártate de lo malo y también el profeta Isaías: Cesad de obrar indignamente. El mismo Dios, hablando a Caín: Has pecado, cesa. Igualmente si lo segundo por si solo después del pecado bastase a restablecer una buena conciencia, sin causa clamaría no penitente en el salmo: Bienaventurados los que sus maldades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos. Y aquello: Ved mi humildad, y mi trabajo, y perdonad todos los pecados míos. Y en la Oración del Señor perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Estando el ánimo radicado en una y otra virtud, ya puede seguramente desampararse, y en cierto modo perderse a sí mismo, para ganar a otros. Enferme con los que enferman, abrácese con los escandalizados: hágase también si fuere menester, judío para los judíos y no recele tampoco nada en ser llevado cautivo con los violadores de la ley, a ejemplo de Jeremías y de Ezequial, al Egipto o a Caldea, ni aun dude con el Santo Job hacerse hermano de los dragones, y compañero de los avestruces: ni tema con esta conciencia el ser borrado (lo que es todavía más grave) con Moises del libro de la vida, y con San Pablo ser anatema de Cristo por sus hermanos: ni ultimamente entrar, si fuere necesario, en el infierno, penetrando seguro por medio de las llamas, cantando con una alegre conciencia: Aunque anduviere yo en medio de la sombra de la muerte, no temeré males algunos, porque Vos estáis conmigo. Comparemos, si os place, los tesoros de los Reyes y los honores de los reinos con esta confianza: ¿por ventura toda la felicidad de estas cosas en paralelo de las riquezas de un bien tan grande, no se reputará por miseria? Pues esta confianza produce la caridad, que procede de un corazón puro y de una conciencia buena.
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