Ahora, vete, y si te atreves, ponte a usurpar como señor el ministerio apostólico; o como apóstol, el dominio. Ambas cosas se te han negado de plano. Si pretendieses gozar de las dos, te quedarás sin ninguna. Y entonces no te creas libre de estar entre aquellos de quienes se lamenta el Señor: Se nombraron reyes sin contar conmigo; se nombraron príncipes sin mi aprobación. Será muy agradable reinar sin el Señor, y llegarás a la gloria; pero no a la del Señor.
Ya sabemos lo que está prohibido; veamos lo que está mandado. El más grande entre vosotros, iguálese con el más pequeño, y el que dirige, con el que sirve. Esta es la norma apostólica; se excluye el dominio, se intima el servicio, se encarece imitar el ejemplo del mismo que lo ordenó, añadiendo seguidamente: Yo estoy entre vosotros como quien sirve. ¿Podemos considerar indigno un título con el que antes quiso distinguirse el Señor de la gloria? Con razón Pablo se gloria de ello y dice: ¿Que sirven a Cristo? También yo. Y sigue: Voy a decir un desatino: yo más. Les gano en fatigas, en cárceles, en palizas sin comparación y en peligros de muerte, con mucho. Qué maravilloso servicio! ¿No es mucho más glorioso que ninguna otra grandeza? Si hay que presumir, mira de qué forma y considera de qué presumen los apóstoles. ¿acaso te parece escasa recompensa? ¡Ojalá llegara yo a presumir de la misma gloria de los santos! Tal como lo proclama el profeta: ¡Oh Dios, tus amigos son colmados de honores, su autoridad ha sido plenamente confirmada! Y lo proclama también el Apóstol: la que es a mí, Dios me libre de gloriarme más que en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
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