LIBRO III
CONSIDERACIÓN DE LO QUE ESTÁ DEBAJO DE TI
Capítulo 1
Al terminar ya el libro anterior te indicaba la materia con la que pensaba comenzar el siguiente. Para cumplir lo prometido, vamos a considerar lo que está por debajo de ti. Espero que el buen papa Eugenio, el mejor de los sacerdotes, no tenga que preguntarse a qué ámbito se circunscriben las realidades que están bajo su poder. Porque más bien deberías preguntarte cuáles son las que no están.
Tendría que salir de este mundo el que pretenda encontrar algo que esté exento de tu jurisdicción. No fueron asignados a tus antecesores unos países determinados, sino el orbe entero. Id por todo el mundo, se les dijo. Y ellos vendieron sus túnicas para comprarse, como si fueran espadas, las armas poderosas de Dios: sus palabras, ardientes como viento del desierto. ¿Adónde no llegaron estos ínclitos vencedores, los hijos de la Juventud? ¿Qué baluartes dejaron ¿sin someter las flechas de aquellos valientes, afiladas con ascuas de retama? A toda la tierra alcanza su pregón y basta los límites del orbe su lenguaje. Todo lo invadían y abrasaban con sus palabras encendidas en el fuego que el Señor vino a encender sobre la tierra. A veces perecieron como heroicos guerreros, pero nunca sucumbieron; aun muriendo triunfaban. Por su poderío los nombrarás príncipes sobre toda la tierra. Harás memorable su nombre, Señor.
Tú les has sucedido como heredero. Tu herencia es también el orbe entero. Pero debes sopesar mediante prudente consideración bajo qué condiciones recibiste, tú como ellos, la heredad que te corresponde: Pienso que no puedes disponer de ella absolutamente, pues creo que no te la han dado en propiedad, sino para administrarla. Si te empeñas en usurparla, te saldrá al paso el que dijo: El orbe y todo lo que encierra es mío.
Está claro que no puedes aplicarte aquellas palabras del profeta: La tierra entera será su posesión. El único que puede reclamar para sí este dominio absoluto es Cristo, pues le pertenece como creador lo mereció como redentor y se lo concedió su Padre como don. ¿a quién sino a él se le pudo decir: Pídemelo, te daré en herencia las naciones; en posesión los confines de la tierra. Reconócele su dominio y posesión. Tú adminístraselo; es lo que te corresponde. No te propases en nada.
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