¿Sobre qué puede versar tu consideración? Pienso que debes considerar sobre estas cuatro cosas: tú mismo, lo que está debajo de ti, lo que está alrededor de ti y lo que está sobre ti. Comience tu consideración por ti mismo, no sea que te ocupes de otras cosas y te olvides de ti. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si él mismo se pierde? Por sabio que seas, no posees toda la sabiduría, si no eres sabio para contigo mismo. ¿Y cuánta sabiduría te faltaría? A mi modo de ver toda. Aunque conozcas todos los misterios, la anchura de la tierra, la altura del cielo, la profundidad del mar, si no te conoces a ti mismo, serás como el que edifica sin cimentar v levanta una ruina, no un edificio. Todo lo que construyas fuera de ti será como polvo amontonado que se lleva el viento.
No es sabio el que no lo es consigo mismo. El sabio será sabio por sí mismo, y beberá primero él mismo de su propia fuente. Comience, pues, por ti tu consideración y acabe también en ti. Vaya adonde vaya, encamínala de nuevo hacia ti mismo y será de gran provecho para tu salvación. Sé para ti el primero y el último. Toma ejemplo del Padre celestial, que envía a su propio Verbo y al mismo tiempo lo retiene consigo. Tu verbo es tu consideración; si sale de ti, que no se aleje. Que marche sin ausentarse; que se vaya sin abandonarte. Para alcanzar la salvación, nadie será más hermano tuyo que el hijo único de tu madre: la consideración. No pienses nunca nada que vaya contra tu salvación. He dicho mal "contra"; debería haber dicho fuera. Debemos rechazar todo lo que se le brinda a la consideración, si de alguna manera no nos lleva a la propia salvación.
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