Esta consideración de ti mismo abarca tres preguntas: si consideras qué eres, quién eres, cómo eres. Es decir, qué eres por tu naturaleza, quién eres por tu persona, cómo eres por tus costumbres. Por ejemplo: qué eres, un hombre; quién eres, el papa o sumo pontífice; como eres, bondadoso o humilde, etc. Aunque es más propio de los filósofos que de los hombres apostólicos reflexionar sobre la primera pregunta, sabemos que se contesta con la definición el hombre en cuanto animal racional mortal.
A quien le guste, puede profundizar en ella con mayor precisión. No encontrarás nada que vaya contra tu profesión y dignidad, si te entregas a esta reflexión. Al contrario, sería beneficioso para tu salvación. Al considerar estas dos realidades, la racionabilidad y la mortalidad del hombre, percibirías dos clases de frutos. Tu mortalidad humillará a tu racionabilidad y tu racionabilidad confortará tu mortalidad. El hombre sensato apreciará justamente estas dos cosas. Si este fruto requiere todavía alguna otra consideración, lo expondremos luego, y acaso sea mejor, debido a la relación de una materia con otra.
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