Capítulo 13
Salió a este campo el patriarca Isaac, cuando por primera vez se encontró con Rebeca. Como dice la Escritura, había salido para meditar. El salió para meditar; tú debes ir para arrancarlo todo. Lo debías haber meditado ya hace tiempo; ha llegado tu hora de ponerte a trabajar. Es ya tarde para seguir vacilando y sin hacer nada. Según el consejo del Salvador, era antes cuando deberías haberte puesto a calcular para pensar en la tarea, medir tus fuerzas, sopesar tus capacidades, acumular méritos y echar cuentas de tus virtudes.
¡A trabajar! Ha llegado el tiempo de la poda, si a su debido tiempo meditaste. Si has hurgado tu corazón, debes soltar ya tu lengua y actuar. Cíñete al flanco la espada, la espada del Espíritu, es decir, la palabra de Dios. Exalta tu mano, robustece tu brazo para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas y a los nobles con esposas de hierro. Si obras así, dignificarás tu ministerio y ésa será tu gloria. No es pequeña esta primacía, porque descartarás de la tierra las alimañas nocivas y apacentarás seguros tus rebaños: Domarás los lobos, pero sin dominar a las ovejas, porque te las dieron para apacentarlas, no para oprimirlas. Si has considerado atentamente quién eres, no puedes ignorar que esto es lo que debes hacer. Y si, sabiéndolo, no obras en consecuencia, cometes pecado. Recuerdas muy bien dónde lo leíste: El siervo que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las cosas como su señor desea, recibirá muchos palos. Los profetas, lo mismo que los apóstoles, fueron valientes en la lucha y no se apoltronaron entre sedas. Si eres hijo de los profetas y de los apóstoles, haz tú lo mismo.
Reivindica esa tu nobleza con la conducta que le corresponde, pues no puede legitimarse sino por la pureza de costumbres y por la integridad de la fe. Ellos subyugaron reinos, administraron justicia, alcanzaron las promesas. Te he leído el legajo de tu herencia paterna para que sepas qué patrimonio te pertenece. Esmérate en la rectitud, la piedad, la fidelidad, la sabiduría, pero en la de los santos, que es el respeto del Señor. Estos son tus bienes. Ahí tienes todo el legado paterno, sin gravamen y sin fraude alguno.
Excelente patrimonio es el de la humildad. Todo edificio espiritual que se levante sobre él llega a convertirse en el templo santo del Señor. Gracias a la humildad, destruyeron algunos hasta los baluartes de sus enemigos. Ninguna otra virtud es capaz como ella de aplastar la soberbia de los demonios, que tiranizan al hombre. Por lo demás, aun siendo cierto que toda clase de personas debe contar con esta virtud como refugio y bastión contra el enemigo, no sé por qué, pero la experiencia dice que su fuerza es mucho mayor para los grandes y más manifiesta entre los más esclarecidos. Para el atuendo de un sumo pontífice no encontrarás otra piedra preciosa más espléndida. Cuanto más elevado estás sobre todos, tanto más insigne serás por la humildad que poseas incluso ante ti mismo.
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