QUE RECUERDE SU PRIMERA PROFESIÓN
Pasamos a reflexionar en quién eres y de qué has sido hecho. Y aunque dije "de qué", pienso pasarlo por alto, para dejarlo más bien a tu reflexión. Me limito a recordarte que sería indigno de ti quedarte por debajo de la perfección, después de haber sido escogido para una vida tan perfecta. ¿No te avergonzarías de verte el último ocupando un puesto tan alto, cuando antes eras de los primeros en una profesión tan humilde como es la del monje? Recuerda tu primera profesión. Que no desaparezca de tu recuerdo y de tu afecto, a pesar de que te la arrancaron de las manos. No te vendrá mal que la tengas siempre en tu memoria cuando das una orden corroboras una sentencia o tomas una decisión. Así, la consideración te facilitará despreciar los honores en el seno mismo del honor. Lo cual ya es importante.
Que no se ausente tampoco de tu corazón. Será como un escudo en el que rebote aquella saeta: El hombre, por estar rodeado de honores, no entendió. Repite por eso en tu interior: soy el último en la casa de mi Dios. ¿es posible que a un menesteroso humillado lo establezcas sobre pueblos y reyes? Quién soy yo y cuál es mi abolengo para sentarme en el trono más sublime? Sin duda que quien me dijo: Amigo, sube más arriba, confió en que siempre sería amigo suyo. Si no lo soy, me vendrá una gran desgracia. Quien me enalteció puede abatirme. Lamento muy tardío sería decir entonces: Me alzaste en vilo y me tiraste. Es absurdo envanecerse en las alturas, donde la ansiedad es mayor, cuando la inquietud del cargo es la prueba del amigo; a esto debo atenerme si, al final de todo, no quiero ocupar el último puesto.
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