Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 12 de agosto de 2012

DE DILIGENDO DEO: CAPÍTULO XXXVIII



Capítulo 38


  Buena, pues, y dulce es la ley de la caridad. No sólo es agradable y ligera, sino que además hace ligeras y fáciles las leyes de los siervos y asalariados. No las suprime, es cierto, pero ayuda a cumplirlas, como dice el Señor: No be venido a abrogar la ley, sino a cumplirla. Modera la de unos, ordena la de otros y suaviza la de todos. Jamás irá la caridad sin temor, pero éste será casto. Jamás le faltarán deseos, pero estarán ordenados. La caridad perfecciona la ley del siervo inspirándote devoción. Y perfecciona la del mercenario ordenando sus deseos. La devoción unida al temor no lo anula, lo purifica. Le quita solamente la pena que siempre acompaña al temor servil. Pero el temor permanece siempre puro y filial. Porque aquello que leemos: La caridad perfecta fuera el temor, se refiere a la pena, que, como dijimos, va siempre unida al temor. Es una figura retórica en la que sé coma la causa por el efecto. La codicia, por su parte, se ordena rectamente cuando se le une la caridad. Se rechaza todo lo malo, a lo bueno se prefiere lo mejor, y sólo se apetece lo que es bueno en vistas a un bien mejor. Cuando, con la gracia de Dios, se consigue esto, se ama el cuerpo; todos las bienes del cuerpo se aman por el alma, el alma por Dios, y a Dios por sí mismo.

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