¿Y qué pensar de las almas que ya están libres de sus cuerpos? Creemos que están totalmente sumergidas en aquel piélago inmenso de la eterna luz y luminosa eternidad.
ANTES DE LA RESURRECCIóN ES IMPOSIBLE
Pero si los muertos aspiran todavía a reunirse con sus cuerpos, como no puede negarse, o desean y esperan recibirlos, es evidente que no se han transformado del todo y que todavía les queda algo de sí mismos, por poco que sea, que distrae su atención. Mientras la muerte no quede absorbida por la victoria, y la luz perenne no invada los dominios todos de la noche, y la gloria no resplandezca en los cuerpos, las almas no pueden salir de sí mismas y lanzarse a Dios. Todavía están ligadas al cuerpo, no por la vida y los sentidos, sino por el afecto natural. Y sin él no quieren ni pueden poseer la perfección.
Así, pues, antes de la restauración de los cuerpos no se dará ese desfallecer del alma, que es su estado sumo y más perfecto; si el alma alcanzara su plenitud sin el cuerpo, no desearía ya jamás su compañía. De este modo, el alma siempre sale beneficiada: cuando deja el cuerpo y cuando lo vuelve a tomar. Por eso es cosa preciosa a los ojos del Señor la muerte de sus juntos. Si la muerte es preciosa, ¿qué será la vida, y tal vida? No hay que maravillarse que el cuerpo glorioso aumente la dicha del alma, si recordamos que cuando era frágil Y mortal le ayuda tanto. ¡Qué verdad más grande pronunció el que dijo: Que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman: Al alma que ama a Dios le sirve de mucho su cuerpo : cuando es débil, cuando está muerto y cuando descansa. Lo primero, para hacer frutos de penitencia; lo segundo, para su descanso; y lo tercero, para su consumación. Con razón no se considera perfecta sin él, pues en todos los estados colabora para su bien.
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