Capítulo 16
Creo que ha quedado suficientemente claro que esta libertad permanece, en cierto modo,cautiva, mientras se sienta privada total o parcialmente de la compañía de las otras dos libertades. De aquí procede esa impotencia de que habla el Apóstol: No podéis hacer lo que quisierais. Querer está a nuestro alcance por el libre albedrío; no así poder hacer lo que queremos. No hablo de querer el bien o el mal sino solamente de querer. Querer el bien es una perfección. Querer el mal es un defecto. El simple querer puede referirse a una cosa u otra. La existencia de este deseo es obra de la gracia creadora. Su perfección es el fruto de la gracia salvadora. Para caer, en cambio, se hasta el hombre a sí mismo. Así, pues, el libre albedrío hace que podamos querer. Y la gracia, que podamos querer el bien. Por el primero se nos da el querer, por la segunda querer el bien. No es lo mismo temer, simplemente, que temer a Dios. O amar, y amar a Dios. Temer y amar, sin más, son puros sentimientos naturales; pero unidos al complemento se convierten en virtudes. Igual ocurre con querer y querer el bien.
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