Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

miércoles, 29 de agosto de 2012

LIBRO DE LA GRACIA Y EL LIBRE ALBEDRÍO: CAPÍTULO XIV



Capítulo 14



   Si la virtud no puede evitar la debilidad, ¿no podrá el vicio experimentar el placer, al menos en algún sentido? En absoluto. Los que se gozan en hacer el mal y se recrean en la perversidad del vicio, se comportan como si estuvieran bajo el paroxismo de una risa descompuesta. No hay miseria más honda que una alegría falsa. Y es tanto más miserable cuanto más colmada parece de felicidad en este mundo. Por eso afirma el sabio: Es mejor ir a una casa de llantos que a una de banquetes.
   NI  LOS PLACERES  CORPORALES  ESTAN  EXENTOS  DE MISERIAS.  Es verdad que se siente cierto placer en los bienes corporales, como en comer, beber, calentarse y demás cuidados del cuerpo. Pero tampoco falta en ellos la miseria. El pan es una cosa excelente, pero para quien tiene apetito. Y la bebida es agradable si se tiene sed. Mas una vez saciado el apetito, la comida y la bebida, en vez de causar placer, se hacen insoportables. Si no tienes hambre, no te preocupas de la comida. Y si no tienes sed, la fuente más cristalina te parecerá un charco pantanoso. La sombra solo apetece a quien está abrasado de calor, y el sol gusta a quien está helado de frío o envuelto en la oscuridad. Ninguna cosa engendra placer si no existe una necesidad que lo reclame. Y una vez satisfecha ésta, lo que teníamos por placer se torna fastidio y molestia. 
   CONCLUSION.-Confesemos, pues  que la vida presente está llena de flaquezas. El único consuelo está en que, después de unas penas y fatigas agobiantes, acaecen otras más ligeras. Y como se mezclan sin cesar unas y otras, la experiencia de las menos pesadas alivia nuestra pobre vida. Y hacemos consistir la felicidad en pasar de dolores muchos y graves a otros más llevaderos.


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