Capítulo 11
A mi juicio, el libre albedrío toma su nombre de esta libertad, a través de la cual la misma voluntad se juzga buena si acepta el bien, o mala si consiente en el mal. Sabe muy bien que cuando hace una cosa u otra es porque ella quiere. Lo que llamamos libertad de pecado debemos denominarlo libre deliberación mejor que libre albedrío. Y a la libertad sobre la debilidad, libre complacencia.
EN QUÉ CONSISTE EL JUICIO, LA DELIBERACION Y LA COMPLACENCIA. -El albedrío es un juicio. El juicio declara qué es o no es lícito. La deliberación considera qué es o no conveniente. Y la complacencia experimenta lo que es agradable o desagradable. ¡Ojalá nos aconsejáramos con tanta libertad como nos juzgamos! Y así como discernimos claramente a través del juicio lo que se puede o no hacer, deberíamos elegir lo lícito como lo mejor y rechazar lo ilícito como perjudicial.
Así poseeríamos la libertad de albedrío y de reflexión, y, en consecuencia, estaríamos libres de pecado.
¿Y qué decir si nos agradara todo o solamente lo que es lícito y conveniente? En ese caso tendríamos la libertad de complacencia, pues nos sentiríamos libres de todo lo que causa malestar, es decir, de toda clase de debilidad. Pero nuestro discernimiento, o deliberación, no tiene la suficiente rectitud para elegir o rechazar muchas cosas que nuestro juicio admite u omite. Y obras, que nos parecen buenas o provechosas, no las aceptamos como agradables. Más aún, las consideramos ásperas y pesadas, porque nos; falta la libertad de deliberación y de complacencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario