Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 26 de agosto de 2012

LIBRO DE LA GRACIA Y EL LIBRE ALBEDRÍO: CAPÍTULO XI



Capítulo 11


    A mi juicio, el libre albedrío toma su nombre de esta libertad, a través de la cual la misma voluntad se juzga buena si acepta el bien, o mala si consiente en el mal. Sabe muy bien que cuando hace una cosa u otra es porque ella quiere. Lo que llamamos libertad  de pecado debemos denominarlo libre deliberación  mejor que libre albedrío. Y a la libertad  sobre la debilidad, libre complacencia. 
   EN QUÉ CONSISTE  EL JUICIO, LA DELIBERACION  Y  LA COMPLACENCIA. -El albedrío es un juicio. El juicio declara qué es o no es lícito. La deliberación considera qué es o no conveniente. Y la complacencia experimenta lo que es agradable o desagradable. ¡Ojalá  nos aconsejáramos con tanta libertad como nos juzgamos! Y así como discernimos claramente a través del juicio lo que se puede o no hacer, deberíamos elegir lo lícito como lo mejor y rechazar lo ilícito como perjudicial. 
  Así poseeríamos la libertad  de albedrío y de reflexión, y, en consecuencia, estaríamos libres de pecado.
   ¿Y  qué decir si nos agradara todo o solamente lo que es lícito y conveniente? En ese caso tendríamos la libertad  de complacencia, pues nos sentiríamos libres de todo lo que causa malestar, es decir, de toda clase de debilidad. Pero nuestro discernimiento, o deliberación, no tiene la suficiente rectitud para elegir o rechazar muchas cosas que nuestro juicio admite u omite. Y obras, que nos parecen buenas o provechosas, no las aceptamos como agradables. Más aún, las consideramos ásperas y pesadas, porque nos; falta la libertad de deliberación y de complacencia.

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