Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

sábado, 1 de junio de 2013

SOBRE LOS OBISPOS. CAPÍTULO XX


Para no engreirse y estar y estar en precaución contra la tentación de sentir de si mismo más altamente de lo que debiera, suele el verdadero humilde repasar en continua meditación aquello: no aspiréis a lo que es más elevado sino más antes acomodaos a lo que es más humilde y lo otro: No anduve en cosas grandes y maravillosas sobre mi. Si no he sentido bajamente de mi y por el contrario se ha ensalzado mi alma, el que piensa que es algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo. Más contra la tentación de pensar que es de sí propio aquello que es, se pregunta a sí mismo cuidadosamente: ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido ¿por qué te glorias como si no lo hubieras recibido? Igualmente el que acostumbra menospreciar perfectamente las humanas alabanzas, cuando percibe que le alaban de lo que en sí no tiene, no asintiendo en manera alguna trae a su memoria aquello: los que te aclaman por dichoso te inducen al error. Y no menos se acuerda de aquel versito: Vanos son los hijos de los hombres, los hijos de los hombres tienen pesos falsos, y ellos se convienen juntamente en la vanidad para usar de los engaños. Por tanto, procura imitar solicitamente al Apóstol que dice de sí: No digo más, no suceda que me aprecie alguno sobre los méritos que ve en mi u oye de mi. Pero cuando halla que es alabado de lo bueno, que el acaso conoce tener en sí, igualmente en cuanto está en su parte trata de rechazar de sí el dardo del favor, con el escudo de la verdad, dando la gloria a Dios y diciendo: Por la gracia de Dios soy lo que soy y rebatiendo de sí toda sospecha dice el Señor: No a nosotros Señor, no a mosotros, sino a Vuestro Nombre dad la gloria. Teme sin duda él, no sea quizá que si se porta de otra suerte oiga del Señor: Rebibiste ya tu recompensa y también buscáis la gloria unos de otros y no la gloria que viene solamente de Dios. Refugiándose pues sobre esto, al consejo del Apóstol hace examen él mismo de sus obras, para tener así la gloria en sí mismo y no en otro. Guarda fiel es de sí propio el que sabe reservar para sí el aceite del favor, para que no suceda que en la venida del Esposo se apague la lámpara de la conciencia por estar vacía. No lo tiene en otro, vuelvo a decir, no halla por conveniente el entregar a los labios de los hombres su gloria, pues sin duda son un arca sin llave ni cerradura, y que no está cerrada de ningún modo para el que quiera hacer daño. No es seguro ciertamente, sino más antes es una necedad, colocar tu tesoro donde no puedes volverle a tomar cuando quieras. Si le pones en mi boca, ya no está en tu potestad, sino en la mía, siendo cierto que según mi gusto te podré yo alabar o vituperar.

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