Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

sábado, 22 de junio de 2013

SOBRE LOS OBISPOS: CAPÍTULO XXXII


CAPÍTULO XXXII

 ¡Qué bellamente habló aquel dichoso Centurión, a cuya fe no se igualó nadie en Israel! Y no dice, soy hombre que estoy bajo de potestad, teniendo bajo de mi soldados. No se jactaba de la potestad, cuando ni habló de ella. En lugar de afirmar que tenía soldados bajo su mando, dijo que soy hombre que estoy bajo de potestad. Primero se manifestó como hombre que como poderoso. Un hombre gentil, para mostrar que ya se cumplía en él, lo que mucho antes había dicho David: Sepan las gentes, que son hombres. Hombre soy, dice, y estoy bajo de potestad. Ya Ante cualquier cosa que añadieres no sospecharemos en ti jactancia alguna. Se anticipó la humildad, para que no precipite la altura. No había lugar para la arrogancia. Conoces tu debilidad, confiesas tu sujeción, ahora puedes pronunciar sin riesgo alguno que tienes soldados bajo ti. Realmente, este gesto merecía cierta preferencia. No se avergonzó de tener otra potestad sobre sí. Por esto fue digno de tener soldados bajo su mando. Hablaba la boca de la abundancia del corazón, manifestando que tenía bien ordenadas interiormente sus afecciones; en lo exterior también dispuso sus palabras con arreglo y decencia. Dio  primero honor a sus mayores, reconociendo que debía él a sus mayores el tener poder sobre los inferiores. De esta forma podía aprender mejor con la experiencia de la propia sujeción, a ser moderado en sus preceptos y mandatos. Quizá no ignoraba que había sujetado Dios al hombre, estando sujeto a él todas las cosas, poniéndolas a sus pies. Que el hombre le ofendió pues con su soberbia, volviéndose como los jumentos irracionales, haciéndose semejante a ellos. Sabía acaso igualmente, que el humano espíritu, estando sujeto al Creador, había poseído una carne sujeta a él; que haciéndose el rebelde la encontró ya rebelde. Que hecho transgresor de la ley superior, comenzó a sentir en sus miembros otra ley, que repugnaba a a la ley de su mente y le cautivaba con la ley del pecado. 

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