CAPÍTULO XXV
Censura la ambición de los eclesiásticos, la promoción de los jóvenes y la pluralidad de beneficios
Más a ti, amantísimo, particularmente juzgo que es tanto más necesaria esta virtud, cuanto más conoces la materia y puede ocasionar altivez. El linaje, la edad, la ciencia, la silla (lo que es más) la prerrogativa de primado, ¿para quién no sería un incentivo de insolencia y ocasión de altivez? Aunque, a la verdad, también lo puede ser de humildad. A los que piensan en los honores, halagan estas cosas, pero a los que consideran las cargas, sirven de tedio y de temor. Más no todos perciben esta palabra. Pues, muchos no correrían a los honores con tanta confianza y alegría si advirtieran al mismo tiempo sus cargos. Recelarían, sin duda, echar sobre sí, peso tan grande y no pretenderían con tanto trabajo y peligro, la investidura de cualquier dignidad. Más ahora, porque sólo se atiende la gloria y no la pena, se tiene pudor de ser en la Iglesia un puro clérigo y se reputan a sí mismos por ínfimos y desairados, los que no son sublimados a un lugar más eminente. Los niños de la escuela, y jóvenes sin barba, por la nobleza de la sangre, son promovido a las dignidades eclesiásticas y desde la sujeción a la palmeta son trasladados a ser príncipes de los presbíteros; más alegres entonces de haberse liberado de las disciplinas, que de haber merecido el principado; y no lisonjeándoles tanto el magisterio, que han conseguido, como el que les han quitado. Y esto, a la verdad, es en un principio. Más con el discurso del tiempo, haciéndose poco a poco insolentes, salen doctos en breve para usurpar las Iglesias y para desocupar las bolsas de los súbditos, usando sin duda de uno de nuestros hábiles en esta ciencia que son la ambición y la avaricia. Pero por más diligencia que emplees en juntar tus lucros, pareciéndote a ti mismo muy cauto en esto, por más vigilancia que tengas en guardar tus cosas, por más cuidado que pongas en captar la gracia de los reyes y príncipes, con todo eso decimos: hay de de la tierra cuyo Rey es niño y cuyos Príncipes comen por la mañana.
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