Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

lunes, 24 de junio de 2013

SOBRE LOS OBISPOS. CAPÍTULO XXXIII


Son reprendidos los Abades, que pretenden desordenadamente eximirse de los legítimos Superiores


Me pasmo de que algunos Abades de monasterios en nuestra orden quebranten con odiosas abstenciones esta regla de humildad y, lo que es peor, que bajo un humilde hábito y tonsura, piensen tan altivamente, que no soportando que sus súbditos traspasen una sola palabra de sus preceptos, ellos mismos tengan a menos el obedecer a los propios Obispos. Despoja a los monasterios para eximirse y se redimen a sí mismos, para no obedecer. No lo hizo así Cristo, pues dio la vida para no perder la obediencia. Estos, por carecer de ella, expenden casi todo lo que era destinado para su sustento y el de sus súbditos. O monjes ¿qué presunción es esta? Porque sois prelados de los monjes, no dejáis de ser monjes. A la verdad, al monje le hace la profesión, al prelado la necesidad. Pero, para que la necesidad no perjudique a la profesión, ha de acceder, no ha de suceder la prelacía al monacato. De este modo, ¿cómo se cumplirá aquello: ¿Te han constituido príncipe? ¿se entre ellos como uno de ellos? ¿En qué manera serás como uno de ellos, permaneciendo soberbio entre los humildes, rebelde entre los soberbios, cruel entre los mansos? Para que te juzguemos como uno de ellos te hemos de ver tan dispuesto, para mostrar la obediencia, como para exigirla; te hemos de ver obedecer tan voluntariamente a los prelados, a quienes estás sujeto, como mandar a tus súbditos. Mas, si quieres tener siempre obedientes, y nunca serlo tu, das pruebas de que no eres como uno de ellos, cuando rehusas ser uno de los obedientes, apartándote de estos por tu soberbia, ya advertimos patentemente a qué compañía te agregas; y si tu o los desprecias con descaro o imprudentemente lo disimulas, sabes que verdaderamente eres reputado entre aquellos, de quienes está escrito: Atan cargas pesadas, y que no pueden llevar, y las ponen en los hombros de los hombres, mas ellos no las quieren con su dedo mover. ¿Qué compañía juzgas más indigna para ti, la de los delicados maestros, que la verdad increpan, o la de los obedientes monjes que intitula amigos suyos? Pues él dice: Vosotros sois mis amigos, si hiciereis lo que yo os mando. Ved aquí, pues, qué cosa es mandar lo que tu mismo no haces, o no querer hacer lo que tu mismo enseñas.


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