El trabajo, el retiro, y la voluntaria pobreza, son las insignias de los monjes: estas son las cosas que acostumbran ennoblecer la vida monástica. Mas vuestros ojos se fijan en todo lo que es sublime, vuestros pies pasean todas las plazas, vuestras lenguas se oyen en todos los concilios, vuestras manos saquean todo ajeno patrimonio. Sin embargo, si es conveniente, que eximidos de la sujeción de los Obispos, seáis ensalzados con una gloria igual, con igual silla, y con las miasmas insignias de los ornamentos de ceremonia, que tienen los sucesores de los Apóstoles ¿cómo no celebráis también los órdenes sagrados, y dais bendiciones en los pueblos? ¿Cuántas mas cosas se me ofrecen decir contra esta insolentísima presunción? Pero refrena mi ímpetu el acordarme, que estoy escribiendo para unos oídos muy ocupados, y recelo hacerme molesto a un Arzobispo con una lectura demasiado larga. También porque la cosa es ya tan manifiesta, que la multitud misma de reprensores parece que ha endurecido más su descaro. Pero, si aún esto mismo, que he dicho, pareciere exceder los agradables límites de un compendio, condonadlo Señor, a Vos mismo, que me obligasteis a manifestar en esto también mi propia impericia, no sabiendo yo guardar la costumbre y modo debido de escribir.
FIN DE "LAS COSTUMBRES DE LOS OBISPOS"
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