Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

jueves, 26 de julio de 2012

DE DILIGENDO DEO: CAPÍTULO XXII



Capítulo 22


  Dije más arriba que el motivo de amar a Dios es Dios Y dije bien, porque es la causa eficiente y final. El crea la ocasión, suscita el  afecto y consuma el deseo. El hace que le amemos, mejor dicho, se hizo para ser amado. A él es a quien esperamos, él a quien se ama  con más gozo y a quien nunca se le ama en vano. Su amor provoca y premia el nuestro. Lo precede con su bondad, lo reclama con Justicia y lo espera con dulzura. Es rico para todos lo  que le invocan, pero su mayor riqueza es él mismo. Se dio para mérito nuestro, se promete como premio, se entrega como alimento de las almas santas y redención de los cautivos. 
   ¡Señor, qué bueno eres para el que te busca! Y ¿para el que te encuentra? Lo maravilloso es que nadie puede buscarte sin haberte encontrado antes. Quieres ser hallado para que te busquemos, y ser buscado para que te encontremos. Podemos buscarte y encontrarte, mas no adelantarnos a ti. Pues, aunque decimos: Por la mañana irá a tu encuentro mi súplica, nuestra plegaria es tibia si no la inspiras tú.
  Y ahora, después de haber hablado de la perfección de nuestro amor, expliquemos su origen.

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