Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

viernes, 27 de julio de 2012

DE DILIGENDO DEO: CAPÍTULO XXIII

Capítulo 23 
  El amor es uno de los cuatro afectos naturales. los conocemos muy bien, y no hay por qué nombrarlos. Si proceden de la naturaleza, lo más razonable es que sirvan, ante todo, al autor de la naturaleza. Por eso el mandamiento primero y más importante es: Amarás al Señor tu Dios, etc. 
   PRIMER GRADO DEL AMOR: EL HOMBRE SE AMA POR SI MISMO 
  Como la naturaleza es tan frágil y enfermiza, la propia necesidad le impulsa a amarse, en primer lugar a sí misma, Es el amor carnal, por el cual el hombre se ama a sí mismo  antes que a ninguna otra cosa. Solamente se preocupa de sí mismo, como dice la Escritura: Primer lo es lo animal, después lo espiritual. Este amor no se intima con ningún precepto: es innato. 
  ¿Quién aborrece su propia carne? Pero este amor suele deslizarse y derramarse en exceso, y no contento con seguir el cauce materno, se desborda e inunda los campos del placer. Inmediatamente te sale al paso, como fuerte dique, aquel otro precepto: Amarás al prójimo como a ti mismo. Es muy justo que quien participa de la misma naturaleza, participe también de la gracia, sobre todo de aquella gracia que viene con la naturaleza. Y si le resulta gravoso atender a las necesidades de los demás e incluso complacer sus caprichos, corríjase primero de los suyos propios, y así quedará libre de toda culpa. Compadézcase de si mismo, todo lo que quiera, pero no se olvide de compadecer igualmente al prójimo. La ley de la vida y de la disciplina te impone el freno de la templanza, para que no corras tras la concupiscencia,y te pierdas; no sea que sirvas con los bienes naturales al enemigo del alma, que es el placer. Es mucho mejor y más honesto compartir estos bienes con el prójimo que con el enemigo. Si atiendes al consejo del sabio, y te apartas de las pasiones; si escuchas al Apóstol, y te contentas con tener lo necesario para comer y vestir; si no te pesa apartar tu amor, un poco al menos, de los deseos de la carne que combaten contra el alma: estoy convencido de que eso que niegas a tu enemigo, lo compartirás sin dificultad con quien comparte su naturaleza contigo. Tu amor, entonces, será puro y bueno: lo que niegas a tus propios gustos, lo vuelcas en las necesidades de los hermanos: Y de este modo, el amor carnal se convierte en social, porque se extiende al bien común.

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