Capítulo 13
La mano izquierda del esposo sostiene la cabeza de la esposa, para que se recline y se apoye en él; esto es, para que las tendencias de su espíritu no se encorven, inclinándose sacian los deseos carnales; porque el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente pensativa.
Pero llegará a dominarlo mediante la meditación de la misericordia de Dios, tan inmensa y gratuita; de su amor tan evidente y generoso; de su clemencia tan inconcebible; de su mansedumbre tan inigualable; de su dulzura tan maravillosa. La consideración asidua de estas realidades inflamará su espíritu, purificándolo de todo amor perverso y lo conmoverá profundamente; le impulsará a despreciar todo lo que sólo se puede apetecer cuando no se comprenden estas realidades.
Por eso corre ligera la esposa al buen olor de estos perfumes y ama enardecida. Y aunque llegue a devorarle un incendio de amor, cree amar muy poco, por sentirse tan amada. Y es verdad. ¿Qué tiene de extraño que este puñado de polvo se entregue por entero a amar y corresponder a un amor tan inmenso y sublime? ¿No se le adelantó en el amor la Majestad divina, volcándose por salvarla? Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su único Hijo. Aquí se habla del Padre. Al Hijo se refiere en otro lugar: Se entregó a la muerte. Y del Espíritu Santo nos dice el Hijo: el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi en mi nombre, os lo enseñará todo y os irá recordando lo que yo os he dicho. Dios ama, y nos ama con todo su ser, porque nos ama toda la Trinidad, si podemos expresarnos así tratándose del infinito, incomprensible y esencialmente simple.
No hay comentarios:
Publicar un comentario