Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

miércoles, 11 de julio de 2012

DE DILIGENDO DEO: CAPÍTULO VII


Capítulo 7 

  En cambio, los verdaderos creyentes saben por experiencia cuán vinculados están con Jesús, sobre todo con Jesús crucificado. Admiran y se abrazan a su amor, que supera todo conocimiento, y se sienten contrariados si no le entregan lo poquísimo que son a cambio de tanto amor y condescendencia. Los que se creen más amados son los más inclinados a amar; y al que menos se le da, menos ama. El judío y el pagano no vibran tanto ante el estímulo del amor como la iglesia, que exclama: Estoy herida de amor. Y en otro lugar: Dadme fuerzas con pasas y vigor con manzanas: ¡Desfallezco de amor! 
  Ve al divino Salomón con la diadema con que fe coronó su madre; al Unico del Padre, cargado con la cruz; cubierto de llagas y salivazos al Señor de la majestad; al autor de la vida y de la gloria, traspasado con clavos, harto de oprobios y dando la vida por sus amigos. Al contemplar este cuadro, se le clava en lo más hondo de su alma el dardo del amor y exclama: Dadme fuerzas con pasas y vigor con manzanas: ¡Desfallezco de amor!

DóNDE NACEN LAS GRANADAS


  Estas son las granadas que la esposa, introducida en el huerto del amado, coge del árbol de la vida. Han cambiado su sabor, que ahora saben a pan celestial, y tienen el color de la sangre de Cristo. Contempla a la muerte vencida y el triunfo del que acaba de morir. Contempla a los cautivos cómo suben del infierno a la tierra y de la tierra hasta los cielos, para que cuanto existe en los cielos, en la tierra y en los abismos, doble su rodilla ante el nombre de Jesús. Advierte cómo la tierra, condenada a dar cardos y abrojos, vuelve a florecer con la gracia de la nueva bendición. Recuerda aquellas palabras: Mi carne ha vuelto a florecer; le alabaré con toda mi alma. Y le gustaría hacer un ramo con las manzanas de la pasión que tomó del árbol de la cruz y con las flores de la resurrección, cuya exquisita fragancia invita a su esposo a frecuentar sus visitas.

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