Capítulo 14
Tú sostienes que la Regla debe cumplirse al pie de la letra por todos los que la han profesado. Y no toleras la más mínima exención. Pero yo me atrevo a decirte que hasta ese extremo ni tú ni él la observáis. Porque, efectivamente, él la quebranta muchas veces en lo referente a las observancias corporales; pero es imposible que tú la cumplas hasta en sus mínimos detalles. Y ya sabes que quien la viola en algo se hace reo de su totalidad. ¿Admites la posibilidad de ser dispensado de algo? Entonces la observáis los dos, aunque de distinta manera. Tú, con más rigor; el, quizá, con más discreción. Y con esto no pretendo que deban descuidarse las tareas corporales. Ni que por el hecho de no practicarlas ya sea uno, sin más, espiritual. Porque resulta todo lo contrario. Los valores espirituales, aunque sean de orden superior, apenas se pueden conseguir ni alcanzarlos nunca sino a través del esfuerzo corporal. Así está escrito: No es primero lo espiritual y luego lo corporal; lo espiritual viene después. Jacob no pudo colmar su sueño de abrazar a Raquel hasta después de haber conocido a Lía. Por eso dice el salmista: Entonad salmos y tocad los panderos. Como si dijese: Escoged lo espiritual, pero dedicaos antes a lo corporal. Será perfecto aquel que discreta y oportunamente hace las dos cosas.
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