Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

miércoles, 10 de octubre de 2012

APOLOGÍA DIRIGIDA AL ABAD GUILLERMO: CAPÍTULO VII

Capítulo 7

       Formemos todos la misma túnica, para que sólo tengamos una, tejida por todos. Sí, una única entre todos. Aunque seamos muchos y muy distintos, para él sólo existe una paloma mía, hermosa mía y sin defecto. Por lo demás, ni yo solo ni tú sin mí, ni el otro sin nosotros dos, sino todos a la vez, tejemos esa túnica, si de verdad nos empeñamos en guardar la verdad con el vínculo de la paz. 
     No se puede decir que sólo nuestra Orden, ni sólo la vuestra exclusivamente, hacen esa unidad, sino la nuestra y la vuestra juntas. A menos que, Dios no lo quiera, con envidias y mutuas porfías nos mordamos unos a otros hasta destrozarnos. Si procedemos así, no podrá Pablo presentarnos juntos como una virgen intacta, para desposarnos con el único Esposo, Cristo. Por lo demás, la esposa sigue pidiéndonos en el Cantar de los Cantares: Poned un poco de orden en mi amor. Y aunque ya es una por el amor, está dividida en sus funciones. 
    De lo contrario, ¿qué podríamos deducir? ¿Que soy cisterciense? ¿Y por eso tengo que condenar a los cluniacenses? De ninguna manera, sino todo lo contrario: los amo, los alabo, les estimo en mucho. Quizá me repliques, ¿y por qué no abrazas esa Orden si tanto la alabas? Escúchame. Por aquello que dice el Apóstol: Porque todo está permitido, pero no todo conviene. No precisamente porque no sea una Orden noble y santa, sino porque yo era carnal y vendido al pecado; me sentía tan débil, que necesitaba una poción medicinal más fuerte. A las diversas enfermedades corresponden diversos remedios, y cuanto más fuertes sean ellas, éstos han de ser más eficaces. 
  Imagínate dos hombres enfermos, uno de fiebres tercianas, y otro de cuartanas. Y que el de las cuartanas le dijese al de las tercianas que tome agua, peras y otras cosas siempre frías, mientras él se abstiene de todo esto; sabe que el vino y todo lo demás debe tomárselo siempre caliente, porque así le va mejor para su enfermedad; ¿se podría censurarle porque le aconseja de esta manera? Y si el otro le dijera: ¿por qué no bebes tú agua cuando tanto me la recomiendas? Podría contestarle con toda razón: te la recomiendo noblemente, pero yo me abstengo de ella; no me conviene.

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