Desgraciado de mí, que con esfuerzos inauditos me las ingenio para no ser, o, al menos, aparentar que no soy como los demás. Total para merecer una remuneración o hasta un castigo más duro que cualquier otro hombre. Como para pensar que fuimos incapaces de encontrar otro camino más cómodo para precipitarnos en el infierno. Y si tuviéramos que caer en él sin remedio, ¿por qué no suavizar más aún ese mismo camino por el que tantos van caminando? Me refiero al camino ancho que lleva a la muerte. Así, por lo menos, iríamos desde el placer y no desde el llanto a las penas eternas. ¡Cuánto más felices son los que no piensan en la muerte, están sanos y orondos, no pasan las fatigas humanas ni sufren como los demás! Son pecadores, y aunque están condenados a perpetuo tormento por sus placeres temporales, siquiera gozaron ya en este mundo de copiosas riquezas. ¡Desgraciados los que llevan la cruz, no como llevó el Salvador la suya, sino como el cireneo aquel la ajena! ¡Pobres aquellos citaristas que tocan sus cítaras, no como los del Apocalipsis, que tocaron las suya; propias, sino, como unos hipócritas, las ajenas! ¡Desgraciados una y mil veces los que llevan la cruz de Cristo y no siguen a Cristo, porque participan efectivamente de sus sufrimientos, pero se resisten a imitar su humildad!
Advertencia
Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)
viernes, 5 de octubre de 2012
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